Preparación opcional – Lectio 9 de septiembre

FUNDAMENTOS DE LA PREPARACIÓN REMOTA PARA UNA BUENA LECTIO

Enseña San Guido que  “la lectio, «estudio atento de las Escrituras», busca la vida bienaventurada, la meditatio la encuentra, la oratio la implora, la contemplatio la saborea[1]”.

 “Es un esfuerzo y un estudio del que el lector de la Escritura no puede prescindir, según nos advierten los maestros de la lectio divina. Esto no significa, naturalmente, que todo lector de la Biblia tenga que ser maestro consumado en exégesis; pero sí que hay que utilizar los trabajos de los maestros en exégesis. Recordemos los sudores de un Orígenes, de un san Jerónimo, para llegar a poseer un texto correcto de la Escritura y penetrar su verdadero sentido. Ante todo, su sentido literal, al que debe ajustarse la «lectura divina». Nada debe quedar borroso, vago, impreciso, en cuanto sea posible. La filología, las ciencias naturales, todo el saber humano debe ponerse en juego para descubrir el sentido histórico de la Palabra de Dios escrita[2]”.

“Hay distintos niveles para hacer el primer paso, la lectio. El primer nivel, indispensable, es la simple lectura de un trozo unitario. ‘Simple lectura’ significa leer varias veces el texto. Leer con paciencia y atención varias veces el texto propuesto. Esto debe hacerse hasta que se hayan encontrado ideas y temas suficientes para ser procesados y reflexionados en la meditatio. En este primer nivel, al alcance de todo cristiano que simplemente sepa leer, no hace falta un conocimiento científico de la Biblia. Bastan sólo dos cosas: saber leer y tener fe en que la Sagrada Escritura es Palabra de Dios. Un segundo nivel para hacer el primer paso de la Lectio Divina, la lectio, es la lectura previa de algunos comentarios al trozo propuesto de la Sagrada Escritura. En esta lectura previa de algunos comentarios tienen preeminencia los textos de los Santos Padres. Luego los comentarios de Santo Tomás de Aquino a la Sagrada Escritura. Luego la de los santos en general. Finalmente, comentarios de la Sagrada Escritura modernos y de sana doctrina”[3] .

 

PARA PREPARAR LA LECTIO DIVINA DEL EVANGELIO DEL XXIII DOMINGO DURANTE EL AÑO. 2 DE SEPTIEMBRE DE 2018 (San Marcos 7, 31-37)

-En los Santos Doctores

San Alfonso María de Ligorio – El milagro del sordomudo. (Obras ascéticas II, Ed. B.A.C., Madrid, 1954, pg. 553-560)

Refiere San Marcos en el evangelio de este día el milagro que obró nuestro Salvador en la curación del mudo con sólo tocarle la lengua. Tocó su lengua… y se soltó de la atadura. De estas palabras se deduce que el hombre no era completamente mudo; solo tenía dificultada la lengua y no podía pronunciar bien; por eso añade San Marcos al fin de la narración del evangelio que hablaba correctamente.

Vengamos a la aplicación moral. Se necesitó un milagro para desatar la lengua de este mudo y hacer que hablara correctamente. ¡A cuántos haría Dios una gracia extraordinaria ligándoles la lengua para impedirles que hablasen deshonestamente!

PROPOSICIÓN: La fealdad de las conversaciones deshonestas, el efecto.

PUNTO I

Las conversaciones deshonestas causan mucho mal en quienes las escuchan.

LA GRAVEDAD DE ESTE MAL SE PRUEBA:

1° Por su carácter diabólico-“Ministros de Satanás” llama San Agustín a los que profieren palabras obscenas, porque donde no pueden llegar con sus pérfidas sugestiones llegan con sus discursos licenciosos.

2° Por las palabras de la Escritura.-Hablando también Santiago de estas malditas, lenguas, dice : Su lengua es fuego…:y es inflamada por el fuego infernal. Sí; fuego encendido por el infierno, con el que quien habla obscenamente se quema a si mismo y a los demás: La lengua tercera, dice el Eclesiástico, ha sacudido a muchos y los ha arrojado de nación en nación. ¿Cuáles son las otras dos lenguas? La lengua espiritual, que habla de Dios; la lengua profana, entretenida con los asuntos mundanos, y la infernal, que habla obscenidades carnales para pervertir a muchas almas y arrojarlas al infierno.

EXPLICACIÓN DE SU NATURALEZA:

1° Seduce al hombre, inclinado al mal-El Rey Profeta describe la vida del hombre en la tierra como senda oscura y resbalosa. Pues Bien, cuando el hombre camina entre tinieblas y por camino resbaladizo, cada paso que da le expone a peligro de caer, a no ser que adopte toda clase de precauciones y evite los pasos peligrosos, que en nuestro caso son las ocasiones de pecar. Si, además, en este camino sembrado de peligros hay quien empuje al caminante para hacerlo caer, será imposible, sin un milagro, que no ruede hasta el abismo. He aquí precisamente lo que los medianeros de Satanás hacen con sus conversaciones deshonestas: arrojar al abismo del pecado a tantos desgraciados como aquí viven entre tinieblas, y que por ser de carne están muy inclinados a la caída. Es su garganta sepultura abierta, exclamaba David en su justa indignación. “La boca de quienes no saben hablar más que porquerías, dice San Juan Crisóstomo, es como sepulcro lleno de cadáveres en putrefacción” y su aliento se asemeja a los miasmas que produce la podredumbre de sepulcro, fétidas exhalaciones que no se pueden respirar sin contraer gérmenes mortales.

2° Es violenta y contagiosa.-El latigazo produce verdugones, pero el golpe de la lengua rompe los huesos. Según este texto del Eclesiástico, las heridas del látigo permanecen al exterior, en tanto que las de la lengua obscena penetran de parte a parte a quienes las escuchan. Cuenta San Bernardino de Siena que cierta joven, de conducta irreprochable hasta entonces, oyó a un joven proferir una palabra deshonesta. La pobre cayó primero en pensamientos lascivos y luego en el vicio impuro, de tal modo, añade el Santo, que, si el demonio hubiera tornado carne humana, no podría cometer mayores excesos que los que ella cometió.

3° Ciega al culpable en su pecado, que es real, gravísimo y desastroso-Lo peor de todo es que estas bocas infernales que tan a menudo profieren palabras deshonestas lo toman como cosa de poca monta y nunca se confiesan de ello, y si alguna vez los reprende el confesor, responder “Lo digo solamente por diversión y sin maldad”. ¿Por diversión? ¡Pobre de ti!, pues esta, tu diversión, hace reír al demonio y a ti te hará llorar por toda la eternidad en el infierno.

Pecado real-Además, te equivocas también al afirmar que lo dices sin maldad. Primero, es muy difícil que, hablando de esa suerte, no caigas realmente en ese vicio, como escribe San Jerónimo: “Cuando uno habla, no está lejos de hacer lo que dice”. Tampoco puedes hablar así ante personas de distinto sexo sin golpetazos de la pasión. Finalmente, ¿no es pecado el escándalo que das? Será, sí, una sola palabra deshonesta la que profieras, pero matará tantas almas cuantas la oigan” como se expresa San Bernardo.

Pecado gravísimo-Pecado mayor que si de un tiro de fusil mataras a muchas personas, porque les matarías el cuerpo, en tanto que con las palabras obscenas les mataría el alma.

Pecado desastroso-En suma, que tales deslenguados son ruina de todo el mundo. Uno solo de ellos hace más daño que cien demonios, por la ruina que causa en tantas y tantas almas. No soy yo quien lo dice, sino el Espíritu Santo: La boca lisonjera provoca la ruina.

4° Agravado por la ingratitud. Terrible cuenta que de ello se dará-Y ¿cuándo se cometen estas ruinas y tantas ofensas a Dios? Cuando Dios nos colma de mayores bienes. Cuando en verano provee para todo el año de grano, de vino, de aceite, de legumbres y otros frutos, ¿no es entonces cuando se cometen más pecados en el campo? ¿No es durante la siega y la vendimia? ¿No es durante la trilla y el lagar? Entonces las palabras obscenas y los pecados saltan más que los granos de trigo y que los racimos de uva. ¿Cómo podrá Dios soportar tamaña ingratitud?

Terrible cuenta quo de ello se dará-Y bien, ¿quiénes son causa de tanto pecado? Los deslenguados deshonestos, que tendrán que rendir a Dios terrible cuenta y serán castigados de cuantos pecados cometan los que les oyen yo he de reclamar sangre de tu mano. Pasemos ya al segundo punto.

PUNTO II

Quienes hablan deshonestamente se hacen mucho mal a sí mismos

EL PRIMER MAL ES CAER ELLOS MISMOS EN EL PECADO IMPURO:

1° A causa del placer que experimentan en tales conversaciones-Transición. Dirá algún joven: “Yo hablo así, pero sin malicia”. Va en el primer punto del sermón respondí ser dificilísimo mantener conversaciones licenciosas sin experimentar complacencias ilícitas, sobre todo si se tienen delante de chicas o de mujeres.

2° A causa del peligro inherente a estas palabras y a la debilidad humana-Además, hablando de esta manera se pone al prójimo en grave peligro de pecar de obra, según las palabras de San Jerónimo ya arriba citadas: “Cuando uno habla, no está lejos de hacer lo que dice”. Las inclinaciones del corazón humano son malas desde su mocedad. No hay hombre exento de inclinación al mal. Por otra parte, no hay vicio alguno al cual el hombre se sienta más inclinado que al vicio impuro, al que la misma naturaleza impulsa. Por esto San Agustín, al ver cuán pocos son los que adoptan las debidas precauciones, exclamaba: “Diaria es la lucha y rara la victoria”. Pues bien, el que habla obscenamente piensa siempre en las impurezas que dice, de que provienen las malas complacencias y los malos deseos, que llevarán pronto a la caída en malas obras. He aquí en lo que vienen a parar los que hablan deshonestamente y luego contentan con decir: “Yo hablo así, pero sin malicia”.

EL SEGUNDO MAL ES CONTRAER EL HABITO QUE MANCHA TODA LA VIDA Y ARRASTRA AL INFIERNO

“No seas tachado de doblez ni con tu lengua calumnies”, dice el Espíritu Santo. Ten cuidado de que tu lengua, cual maldita cadena, no te arrastre al infierno, porque, al decir de Santiago apóstol, la lengua… contamina todo el cuerpo e inflama desde el nacer todo el curso de la vida. Cierto que es solamente uno de los miembros del cuerpo, pero cuando habla mal infesta todo el cuerpo e inflama desde el nacer todo el curse de la vida”, es decir, que inflama y corrompe toda nuestra vida, desde el nacimiento a la muerte; y estos charlatanes obscenos, aun cuando envejezcan, se ven como impulsados a las conversaciones o dichos lascivos.

Escribe Surio que, hallándose de viaje San Valero, llegó a una casa para calentarse un poco, escuchó y advirtió que el dueño de la casa se hallaba entretenido en conversaciones obscenas con el juez de la localidad, a pesar de lo ancianos que eran; reprendiólos el santo fuerte, pero inútilmente, por lo que Dios castigó a entrambos cegando a uno y llagando al otro tan dolorosamente, que parecíale experimentar mil muertes.

Cuenta Enrique Grau de cierto charlatán obsceno que murió repentinamente y se le vio en el infierno despedazándose la lengua, que crecía al paso que él la despedazaba y escupía.

III. El, TERCER MAL ES ATRAERSE LA IRA DE DIOS, A CAUSA DEL NÚMERO Y DE LA CALIDAD DE LAS VICTIMAS

Ejemplos. Terrible responsabilidad-Y ¿cómo va Dios a tener compasión con quienes no la tuvieron con las almas de sus prójimos? El juicio será sin misericordia para quien no hizo misericordia. ¡Qué desolación, en efecto, es ver a las veces a jóvenes, a doncellas, a matrimonios jóvenes, y en medio de ellos a uno de tales deslenguados! Y hay quienes tanto más deshonestamente hablan cuanto mayor es el concurso. Y, a pesar de hallarse presentes niños y niñas, no se tiene horror de escandalizar a estas almas inocentes.

Ejemplos-Cuenta Tomás de Cantimpré que el hijo de cierto noble de Borgoña, educado en el monasterio de Cluny, era un ángel de pureza; entró en un taller y, a causa de las palabras obscenas que profería la mujer del artesano, cayó en el pecado y perdió la divina gracia.

Cuéntase también de un jovencito de quince años oyó una palabra deshonesta y que a la noche siguiente pensó en ella, consintió en el mal pensamiento y murió. Enterado el confesor, quiso celebrar la misa en sufragio del pobre joven, pero se le apareció éste para decirle que no la celebrase, pues se había condenado por la palabra oída, y si la celebrara le causaría mayor pena.

Terrible responsabilidad- ¡Dios mío, cómo llorarían los Ángeles si pudieran llorar! ¡Ángeles de los pobres niños escandalizados y a quienes la muerte arrebató a causa de semejantes lenguas asquerosas! Pero, a la vez, ¡cuánta venganza pedirían a Dios! Esto significan las palabras que pronunció Jesucristo: Guardaos no menospreciéis a uno de estos pequeñuelos, porque os digo que sus ángeles en los cielos ven sin cesar el rostro de mi Padre”.

PERORACIÓN:

1º. Evitad. Sed prudentes respecto a toda palabra impura-Tened, pues, mucho cuidado, hermanos míos, y temed, más que a la muerte, hablar deshonestamente. Escuchad cómo os exhorta el Espíritu Santo: Haz para tus palabras una balanza y un peso. Cuida de no resbalar por ella. Os recomienda tener una balanza para vuestras palabras, esto es, que antes que decir hay que pensar las palabras; y un peso, para que cuando acudan a la boca palabras torpes se les cierre la salida; de otra suerte saldrían las palabras y os causaríais, tanto a vosotros como al prójimo, una herida mortal e incurable. Dios nos dio la lengua no para ofenderlo, sino para alabarlo y bendecirlo. Dice San Pablo: La fornicación y toda impureza o codicia ni se nombren entre vosotros, cual cumple a santos.

Aun cuando fuere equívoca o inmodesta. Nótese la expresión anterior: toda impureza, con la cual es preciso entender que se nos prohíben todas las palabras obscenas o equívocas, dichas por pasatiempo; estas últimas, merced a su giro picante, impresionan más y a veces causan mayor mal que las palabras abiertamente licenciosas; y también es necesario evitar toda expresión inmodesta, toda expresión que no esté de acuerdo con la castidad exigida por los cantos, es decir, por los cristianos, como lo entiende San Pablo.

2° Por respeto a vuestra propia dignidad no profiráis palabras lujuriosas, sino edificantes-Pensad, dice San Agustín, que vuestras bocas son bocas de cristianos, en que tantas veces entró Jesucristo por la sagrada comunión; por esto debéis aborrecer todo discurso lascivo cual diabólico veneno. Vuestra palabra sea siempre con buena gracia, decía San Pablo a los Colosenses, y añadía: sazonada con sal, es decir, con la palabra de Dios, que mueva a los demás a amarlo y a no ofenderlo. ” ¡Dichosa lengua, exclama San Bernardo, que no sabe hablar más que de las cocas de Dios!”

3° Huid de quienes hablan deshonestamente. Hacedles callar, sin respeto humano que valga-No os guardéis solamente de la inmodestia en el hablar, sino huid, queridísimos míos, como de la peste, de quienes hablan así. No bien veáis que se inicia una conversación de este género, haced lo que dice el Espíritu Santo: Mira, cerca dominio con espinos y haz para tu boca puerta y cerrojo. Dice cerca tu dominio con espinos para denotar que hay que mostrarse reprender calurosamente a quien así hablara, o al menos volviéndole el rostro y haciéndole ver que no gustan tales conversaciones.

Sin respeto humano que valga-No nos avergoncemos de ser discípulos de Jesucristo si queremos que un día Jesucristo no se avergüence de nosotros ni de admitirnos consigo en el paraíso.

-En Santo Tomás de Aquino

Catena Áurea[4]

Pseudo-Jerónimo

33-35. “Apartándole de la gente…” Porque siempre el que merece ser curado es conducido lejos de los pensamientos turbulentos, de las acciones desordenadas y de las palabras corrompidas. “Metió sus dedos en los oídos…” Los dedos que se ponen sobre los oídos son las palabras y los dones del Espíritu Santo, de quien se ha dicho: “El dedo de Dios está aquí” (Ex 8,19). “Con su saliva le tocó la lengua…” La saliva es la divina sabiduría, que abre los labios del género humano para que diga: Creo en Dios, Padre omnipotente, y lo demás. “Levantando los ojos al cielo, dio un gemido…” Gimió mirando al cielo, así nos enseñó a gemir y a hacer subir hasta el cielo los tesoros de nuestro corazón; porque por el gemido de la compunción interior se purifica la alegría frívola de la carne. “Se abrieron sus oídos, se soltó la atadura de su lengua…” Se abren los oídos a los himnos, a los cánticos y a los salmos. Desata el Señor la lengua, para que pronuncie la buena palabra, lo que no pueden impedir las amenazas ni los azotes.

  1. Una ciudad situada en la cima de un monte, y que se ve de todas partes, no puede ocultarse; y la humildad precede siempre a la gloria (Prov 15,33). “Pero cuanto más se lo mandaba, prosigue, con tanto mayor empeño lo publicaban”, etc.

Teofilacto

  1. No quería el Señor detenerse entre los gentiles, ni dar motivo a los judíos de que lo creyeran transgresor de la ley por mezclarse con aquéllos, por lo cual se vuelve luego, según estas palabras: “Dejando Jesús otra vez”, etc.
  2. “Le presentan un hombre sordo…” Lo cual se pone con razón después que fue librado el poseído, porque aquella enfermedad procedía del demonio.

“Y apartándole Jesús”, etc.

  1. “Con su saliva le tocó la lengua…” Esto demuestra que todos los miembros de su sagrado cuerpo son santos y divinos, como la saliva con que dio flexibilidad a la lengua del mudo. Porque es cierto que la saliva es una superfluidad; pero todo fue divino en el Señor.

“Y alzando los ojos al cielo, arrojó un suspiro”, etc.

  1. “Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban.” En esto debemos aprender, cuando hagamos un beneficio a cualquiera, a no buscar el menor aplauso o alabanza; a alabar a nuestros bienhechores y publicar sus nombres, aunque ellos no quieran.

Beda, in Marcum, 2, 31

  1. Decápolis es el país de las diez ciudades al otro lado del Jordán, al oriente, frente a Galilea. Cuando dice que el Señor llegó al mar de Galilea hacia el centro de Decápolis, no quiere decir que entró en Decápolis ni que atravesó el mar, sino más bien que en el mar llegó hasta un punto desde donde alcanzaba a ver el centro de Decápolis a lo lejos, más allá del mar.
  2. “Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad.” Es sordo y mudo el que no tiene oídos para oír la palabra de Dios, ni lengua para hablarla; y es necesario que los que saben hablar y oír las palabras de Dios ofrezcan al Señor a los que ha de curar.

34a. Alzó los ojos al cielo, para enseñarnos que es de allí de donde el mudo debe esperar el habla, el sordo el oído y todos los enfermos la salud. Y arrojó un gemido, no porque para demandar algo a su Padre tuviera necesidad de ello, El que satisface, con su Padre, a todos los que lo piden, sino para hacernos ver que es con gemidos como debemos invocar su divina piedad por nuestros errores o los de nuestros prójimos.

34b. La palabra epheta, que significa abríos, corresponde propiamente a los oídos, porque han de abrirse para que oigan, así como para que pueda hablar la lengua hay que librarla del freno que la sujeta. “Y al momento se le abrieron los oídos”, etc. Aquí se ven de un modo manifiesto las dos distintas naturalezas de Cristo; porque alzando los ojos al cielo como hombre, ruega a Dios gimiendo y, en seguida, con divino poder y majestad cura con una sola palabra.

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum

  1. “Apartándole de la gente…” Separa de la gente al sordo y mudo, para no hacer públicos sus milagros divinos, enseñándonos así a despojarnos de la vanidad y del orgullo; porque no hay nada en el poder de hacer milagros que equivalga a la humildad y a la modestia. Le metió los dedos en las orejas, pudiendo curarle sólo con su voz, para manifestar que su cuerpo unido a la Divinidad estaba enriquecido con el poder divino, así como sus obras. Y como por el pecado de Adán la naturaleza humana cayó en muchas enfermedades y en la debilidad de los miembros y los sentidos, Cristo demostró en sí mismo la perfección de esta naturaleza, abriendo los oídos con su dedo y dando el habla con su saliva: “Y con la saliva le tocó la lengua”.
  2. “Levantando los ojos al cielo, dio un gemido…” O bien: gimió tomando a su cargo nuestra causa y compadecido de nuestra naturaleza, viendo la miseria en que había caído el género humano.
  3. Mandó, pues, que callaran el milagro, a fin de no hacer que los judíos perpetrasen por envidia su homicidio antes de tiempo.

Pseudo-Jerónimo super Et iterum exiens de finibus

31-37. En sentido místico, Tiro, que significa lugar estrecho, simboliza la Judea, a quien dice el Señor: “Porque el lecho es angosto” (Is 28); por lo cual se traslada a otras naciones. Sidón significa caza: la bestia salvaje es nuestra nación y el mar la inconstancia que nunca cesa. Porque es en medio de Decápolis, en cuya palabra se interpretan los mandamientos del Decálogo, a donde fue el Salvador para salvar a las naciones. El género humano, compuesto de tantos miembros y consumido por tan diversas enfermedades como si fuera un solo hombre, se encuentra todo en el primer hombre: no ve teniendo ojos, no oye teniendo oídos, y no habla teniendo lengua. Le rogaban que pusiera su mano sobre él, porque muchos justos y patriarcas querían y deseaban la Encarnación del Señor.

San Jerónimo

  1. “Y mandóles, continúa, que no lo dijeran a nadie”. Con esto nos enseñó a no glorificarnos en nuestro poder, sino en la cruz y la humillación.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 4, 4

  1. ¿Para qué, pues, El, que conoce la voluntad de los hombres tanto la presente como la futura, les mandaba que no dijeran nada, sabiendo que habían de decirlo tanto más cuanto más les encargaba el secreto, si no fuera para mostrar a los perezosos con cuánto estudio y fervor deben anunciarle ellos, a quienes manda que lo anuncien, cuando así lo hacen aquellos a quienes ordena el secreto?

Glosa

  1. La fama de las curas que Jesús había obrado aumentaba la admiración de las gentes y el rumor de los beneficios que había hecho. “Y tanto más, sigue, crecía su admiración, y decían: Todo lo ha hecho bien: El ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos”.

-En el Catecismo de la Iglesia Católica

 Cristo, médico

 1503 La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase (cf Mt 4,24) son un signo maravilloso de que “Dios ha visitado a su pueblo” (Lc7,16) y de que el Reino de Dios está muy cerca. Jesús no tiene solamente poder para curar, sino también de perdonar los pecados (cf Mc 2,5-12): vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo; es el médico que los enfermos necesitan (Mc 2,17). Su compasión hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: “Estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25,36). Su amor de predilección para con los enfermos no ha cesado, a lo largo de los siglos, de suscitar la atención muy particular de los cristianos hacia todos los que sufren en su cuerpo y en su alma. Esta atención dio origen a infatigables esfuerzos por aliviar a los que sufren.

1504 A menudo Jesús pide a los enfermos que crean (cf Mc 5,34.36; 9,23). Se sirve de signos para curar: saliva e imposición de manos (cf Mc 7,32-36; 8, 22-25), barro y ablución (cf Jn9,6s). Los enfermos tratan de tocarlo (cf Mc 1,41; 3,10; 6,56) “pues salía de él una fuerza que los curaba a todos” (Lc 6,19). Así, en los sacramentos, Cristo continúa “tocándonos” para sanarnos.

1505  Conmovido por tantos sufrimientos, Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que hace suyas sus miserias: “El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades” (Mt 8,17; cf Is 53,4). No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua. En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal (cf Is 53,4-6) y quitó el “pecado del mundo” (Jn 1,29), del que la enfermedad no es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con Él y nos une a su pasión redentora.

-En el Magisterio de los Papas:

Benedicto XVI

Homilía (25-01-2007): Lo que significa ser sordomudo

«Hace oír a los sordos y hablar a los mudos» (Mc 7,37)

En las Vísperas de clausura de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

[…] Hemos meditado juntos en las palabras del evangelio de san Marcos que se acaban de proclamar: “Hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Mc 7, 37)…

[…] Ser sordomudo, es decir, no poder escuchar ni hablar, ¿no será signo de falta de comunión y síntoma de división? La división y la incomunicabilidad, consecuencia del pecado, son contrarias al plan de Dios. África nos ha ofrecido este año un tema de reflexión de gran importancia religiosa y política, porque “hablar” y “escuchar” son condiciones esenciales para construir la civilización del amor.

[…]Las palabras “hace oír a los sordos y hablar a los mudos” constituyen una buena nueva, que anuncia la venida del reino de Dios y la curación de la incomunicabilidad y de la división. Este mensaje se encuentra en toda la predicación y la actividad de Jesús, el cual recorría pueblos, ciudades o aldeas, y en todos los lugares a donde llegaba “colocaban a los enfermos en las plazas y le rogaban que les permitiera tocar siquiera la orla de su vestido; y cuantos le tocaban quedaban sanos” (Mc 6, 56).

La curación del sordomudo acontece mientras Jesús, habiendo salido de la región de Tiro, se dirige hacia el lago de Galilea, atravesando la así llamada “Decápolis”, territorio multi-étnico y plurirreligioso (cf. Mc 7, 31). Una situación emblemática también para nuestros días. Como en otros lugares, también en la Decápolis presentan a Jesús un enfermo, un sordo que, además, hablaba con dificultad (moghìlalon), y le ruegan imponga la mano sobre él, porque lo consideran un hombre de Dios.

Jesús aparta al sordomudo de la gente, y realiza algunos gestos que significan un contacto salvífico: le mete sus dedos en los oídos y con su saliva le toca la lengua; luego, levantando los ojos al cielo, ordena: “¡Ábrete!”. Pronuncia esta orden en arameo —”Effatá”—, que era probablemente la lengua de las personas presentes y del sordomudo. El evangelista traduce esa expresión al griego: dianoìchthēti. Los oídos del sordo se abrieron, y, al instante, se soltó la atadura de su lengua “y hablaba correctamente” (orthōs). Jesús recomienda que no cuenten a nadie el milagro. Pero cuanto más se lo prohibía, “tanto más ellos lo publicaban” (Mc 7, 36). Y el comentario de admiración de quienes habían asistido refuerza la predicación de Isaías para la llegada del Mesías: “Hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Mc 7, 37).

La primera lección que sacamos de este episodio bíblico, recogido también en el rito del bautismo, es que, desde la perspectiva cristiana, lo primero es la escucha. Al respecto Jesús afirma de modo explícito: “Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 11, 28). Más aún, a Marta, preocupada por muchas cosas, le dice que “una sola cosa es necesaria” (Lc 10, 42). Y del contexto se deduce que esta única cosa es la escucha obediente de la Palabra. Por eso la escucha de la palabra de Dios es lo primero en nuestro compromiso ecuménico.

En efecto, no somos nosotros quienes hacemos u organizamos la unidad de la Iglesia. La Iglesia no se hace a sí misma y no vive de sí misma, sino de la palabra creadora que sale de la boca de Dios. Escuchar juntos la palabra de Dios; practicar la lectio divina de la Biblia, es decir, la lectura unida a la oración; dejarse sorprender por la novedad de la palabra de Dios, que nunca envejece y nunca se agota; superar nuestra sordera para escuchar las palabras que no coinciden con nuestros prejuicios y nuestras opiniones; escuchar y estudiar, en la comunión de los creyentes de todos los tiempos, todo lo que constituye un camino que es preciso recorrer para alcanzar la unidad en la fe, como respuesta a la escucha de la Palabra.

Quien se pone a la escucha de la palabra de Dios, luego puede y debe hablar y transmitirla a los demás, a los que nunca la han escuchado o a los que la han olvidado y ahogado bajo las espinas de las preocupaciones o de los engaños del mundo (cf. Mt 13, 22). Debemos preguntarnos: ¿no habrá sucedido que los cristianos nos hemos quedado demasiado mudos? ¿No nos falta la valentía para hablar y dar testimonio como hicieron los que fueron testigos de la curación del sordomudo en la Decápolis? Nuestro mundo necesita este testimonio; espera sobre todo el testimonio común de los cristianos.

Por eso, la escucha de Dios que habla implica también la escucha recíproca, el diálogo entre las Iglesias y las comunidades eclesiales. El diálogo sincero y leal constituye el instrumento imprescindible de la búsqueda de la unidad.

El decreto del concilio Vaticano II sobre el ecumenismo puso de relieve que, si los cristianos no se conocen mutuamente, no puede haber progreso en el camino de la comunión. En efecto, en el diálogo nos escuchamos y comunicamos unos a otros; nos confrontamos y, con la gracia de Dios, podemos converger en su Palabra, acogiendo sus exigencias, que son válidas para todos.

Los padres conciliares no vieron en la escucha y en el diálogo una utilidad encaminada exclusivamente al progreso ecuménico; añadieron una perspectiva referida a la Iglesia católica misma. “De este diálogo —afirma el texto del Concilio— se obtendrá un conocimiento más claro aún de cuál es el verdadero carácter de la Iglesia católica” (Unitatis redintegratio, 9).

Desde luego, es indispensable “que se exponga claramente toda la doctrina” para un diálogo que afronte, discuta y supere las divergencias que aún existen entre los cristianos, pero, al mismo tiempo, “el modo y el método de expresar la fe católica no deben convertirse de ninguna manera en un obstáculo para el diálogo con los hermanos” (ib., 11). Es necesario hablar correctamente (orthōs) y de modo comprensible. El diálogo ecuménico conlleva la corrección fraterna evangélica y conduce a un enriquecimiento espiritual mutuo compartiendo las auténticas experiencias de fe y vida cristiana.

Para que eso suceda, es preciso implorar sin cesar la asistencia de la gracia de Dios y la iluminación del Espíritu Santo. Es lo que los cristianos del mundo entero han hecho durante esta Semana especial o harán durante la Novena que precede a Pentecostés, así como en todas las circunstancias oportunas, elevando su oración confiada para que todos los discípulos de Cristo sean uno, y para que, en la escucha de la Palabra, den un testimonio concorde a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

[…] Que la Virgen María haga que cuanto antes se logre realizar el ardiente anhelo de unidad de su Hijo divino: “Que todos sean uno…, para que el mundo crea” (Jn 17, 21). 

Ángelus (09-09-2012): Una palabra que resume toda la misión de Cristo

«Effetá» (Mc 7,33)

En el centro del Evangelio de hoy (Mc 7, 31-37) hay una pequeña palabra, muy importante. Una palabra que —en su sentido profundo— resume todo el mensaje y toda la obra de Cristo. El evangelista san Marcos la menciona en la misma lengua de Jesús, en la que Jesús la pronunció, y de esta manera la sentimos aún más viva. Esta palabra es «Effetá», que significa: «ábrete». Veamos el contexto en el que está situada. Jesús estaba atravesando la región llamada «Decápolis», entre el litoral de Tiro y Sidón y Galilea; una zona, por tanto, no judía. Le llevaron a un sordomudo, para que lo curara: evidentemente la fama de Jesús se había difundido hasta allí. Jesús, apartándolo de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua; después, mirando al cielo, suspiró y dijo: «Effetá», que significa precisamente: «Ábrete». Y al momento aquel hombre comenzó a oír y a hablar correctamente (cf. Mc 7, 35). He aquí el significado histórico, literal, de esta palabra: aquel sordomudo, gracias a la intervención de Jesús, «se abrió»; antes estaba cerrado, aislado; para él era muy difícil comunicar; la curación fue para él una «apertura» a los demás y al mundo, una apertura que, partiendo de los órganos del oído y de la palabra, involucraba toda su persona y su vida: por fin podía comunicar y, por tanto, relacionarse de modo nuevo.

Pero todos sabemos que la cerrazón del hombre, su aislamiento, no depende sólo de sus órganos sensoriales. Existe una cerrazón interior, que concierne al núcleo profundo de la persona, al que la Biblia llama el «corazón». Esto es lo que Jesús vino a «abrir», a liberar, para hacernos capaces de vivir en plenitud la relación con Dios y con los demás. Por eso decía que esta pequeña palabra, «Effetá» —«ábrete»— resume en sí toda la misión de Cristo. Él se hizo hombre para que el hombre, que por el pecado se volvió interiormente sordo y mudo, sea capaz de escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a su corazón, y de esta manera aprenda a su vez a hablar el lenguaje del amor, a comunicar con Dios y con los demás. Por este motivo la palabra y el gesto del «Effetá» han sido insertados en el rito del Bautismo, como uno de los signos que explican su significado: el sacerdote, tocando la boca y los oídos del recién bautizado, dice: «Effetá», orando para que pronto pueda escuchar la Palabra de Dios y profesar la fe. Por el Bautismo, la persona humana comienza, por decirlo así, a «respirar» el Espíritu Santo, aquel que Jesús había invocado del Padre con un profundo suspiro, para curar al sordomudo.

Nos dirigimos ahora en oración a María santísima… Por su singular relación con el Verbo encarnado, María está plenamente «abierta» al amor del Señor; su corazón está constantemente en escucha de su Palabra. Que su maternal intercesión nos obtenga experimentar cada día, en la fe, el milagro del «Effetá», para vivir en comunión con Dios y con los hermanos.

 

[1] Carta de Guido el cisterciense al hermano Gervasio sobre la vida contemplativa

[2] García M. Colombás osb, La lectura de Dios. Aproximación a la lectio divina.

[3] José A. Marcone, I.V.E., Práctica de la Lectio Divia para principiantes.

[4] La Catena Aurea atesora la triple riqueza de ser la concatenación de los más selectos comentarios de los Padres al Evangelio, haber sido estos escogidos por la inteligencia y sabiduría del Doctor Angélico y haber sido escrita a pedido del Vicario de Cristo. Santo Tomás de Aquino cita a 57 Padres Griegos y 22 Padres Latinos para exponer el sentido literal y el sentido místico, refutar los errores y confirmar la fe católica. Esto es deseable, escribe, porque es del Evangelio de donde recibimos la norma de la fe católica y la regla del conjunto de la vida cristiana (Catena Aurea, I, 468).  La Catena Aurea nos hace entrever la perennidad y actualidad de Santo Tomás también como exegeta ya que no cae en la trampa de una explicación histórica y positiva como la exegesis que acapara la atención hoy, sino que partiendo del sentido literal llega al tesoro inagotable del sentido espiritual. Santo Tomás nos guía a descubrir que la Sagrada Escritura enseña a cada alma en particular todo lo que necesita para su santidad ya que Dios es el sujeto de la Escritura y su causa eficiente, formal y ejemplar, como también final.