TEMA: Lectio divina con el evangelio Jueves Santo de la Cena del Señor. 29 de marzo de 2018 (San Juan 13,1-15)
- SEÑAL DE LA CRUZ.
- INVOCACIÓN AL ESPIRITU SANTO
Ven Espíritu Santo
Llena los corazones de tus fieles
Y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía señor tu espíritu y todo será creado
Y renovaras la faz de la tierra
Oh Dios, que instruiste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo
Danos gustar de todo lo que es recto según Tu mismo espíritu
Y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor.
- LECTIO
Primer paso de la Lectio Divina: consiste en la lectura de un trozo unitario de la Sagrada Escritura. Esta lectura implica la comprensión del texto al menos en su sentido literal. Se lee con la convicción de que Dios está hablando. No es la lectura de un libro, sino la escucha de Alguien. Es escuchar la voz de Dios hoy.
Del Evangelio según San Juan 13,1-15:
“Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.
Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: “¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?”. Jesús le respondió: “No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás”.
“No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!”. Jesús le respondió: “Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte”.
“Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!”.
Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos”.
Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: “No todos ustedes están limpios”.
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.”
Palabra del Señor
- MEDITATIO
Estando siempre en la presencia de Dios, el segundo paso de la Lectio Divina o Meditatio consiste en reflexionar en nuestro interior y con nuestra inteligencia sobre lo que se ha leído y comprendido. “Es esa disposición del alma que usa de todas sus facultades intelectuales y volitivas para poder captar lo que Dios le dice… al modo de Dios”.
OPCIÓN 1
Fr. Aníbal Fosbery OP, Reflexiones sobre textos del Evangelio de san Juan para el Tiempo de semana santa, Pascua y Pentecostés, pág. 114 . MDA. Bs As, 2015
OPCIÓN 2
San Agustín, In Ioannem tract., 55-58
1.Pascua no es, como creen algunos, nombre griego, sino hebreo. Y muy oportunamente se da en ambas lenguas, respecto de esta palabra, cierta coincidencia de significación, porque en griego ”paschein” significa padecer, y de aquí que Pascua quiera decir pasión, derivando este nombre de aquel verbo. Y en su lengua, o sea la hebrea, Pascua es tránsito, por la razón de que los judíos la celebraron por primera vez cuando habiendo salido de Egipto atravesaron el mar Rojo [ref]El vocablo pascua viene del hebreo ”pésaj”. La voz se deriva de ”pásaj”: pasar, saltar, que el AT relaciona con el paso del Señor en Egipto. El NT se refiere normalmente a la pascua con el término ”pasca” , que es la transliteración griega del término arameo correspondiente. En el NT aparece junto con el verbo ”pascein”, padecer, en Lc 22,15, aunque no parece haber una relación lingüística directa.[/ref]. Y ahora aquella figura profética se completa en la realidad, porque Cristo es conducido al sacrificio como un cordero, con cuya sangre, pintadas nuestras puertas (esto es, hecho el signo de la cruz en nuestras frentes), somos libres de la perdición de esta vida, como aquellos de la cautividad egipcia. Y verificamos un tránsito en sumo grado saludable, pasando a Cristo desde el poder del diablo, y desde esta vida transitoria a aquel reino lleno de poderío. Por eso el evangelista, queriéndonos dar la interpretación de esta palabra Pascua, dice: “Sabiendo que llegó la hora en que había de pasar de este mundo al Padre”; he aquí la Pascua, he aquí el tránsito.
2.Los amó al final, para que por este amor pasasen de este mundo a El, que era su cabeza. ¿Qué fin es éste sino Cristo? Porque el fin de la ley es Cristo, fin que perfecciona a todo creyente ( Rom 10,4), conduciéndolo a la justicia y no a la muerte. Paréceme, pues, que estas palabras puedan tomarse en significado humano, esto es, que Cristo amó a los suyos hasta el momento de su muerte. Pero no se entienda que este amor termina en la muerte de Aquel que no termina por la muerte. A no ser que se haya de entender así: los amó hasta la muerte, esto es, el amor de ellos lo condujo a la muerte.
Y sigue: “Hecha la cena”, esto es, confeccionada y puesta en la mesa para el servicio de los convidados. Lo de hecha la cena no debe tomarse en el sentido de que ya estuviese consumida o terminada, porque todavía se estaba cenando cuando se levantó y lavó los pies a los discípulos; porque después volvió a sentarse y dio al traidor el bocado de pan. Al decir: “Habiendo ya el diablo inspirado en el corazón”, etc., si quieres averiguar qué es lo que inspiró en el corazón de Judas, te diré que el hacer entrega de El. Esta tentación espiritual se llama sugestión. El diablo inspira sugestiones y las mezcla con los pensamientos humanos. Estaba ya decidido en el corazón de Judas, por la sugestión del diablo, el entregar a su Maestro.
3.Habiendo de tratar el evangelista de la humildad del Señor, primero quiso encomiar su grandeza, y a esto se refiere lo que añade: “Sabiendo que el Padre había puesto todas las cosas bajo su potestad”, etc. Entre esas cosas estaba el mismo traidor.
Sabiendo también que salió del Padre y a Dios va, ni por eso dejó a Dios cuando de El salió, ni a nosotros al volver a Él.
Y habiendo puesto el Padre todas las cosas en sus manos, El lavó a sus discípulos, no las manos, sino los pies. Y sabiendo que había salido de Dios y a Dios iba, ejerció los deberes, no de Dios Señor, sino de hombre siervo.
4-5. Dejó sus vestiduras el que siendo Dios se anonadó a sí mismo. Se ciñó con una toalla el que recibió forma de siervo. Echó agua en la jofaina para lavar los pies de sus discípulos, el que derramó su sangre para lavar con ellas las manchas del pecado. Limpió con el paño los pies que había lavado, el que confortó los pasos de los evangelistas con la carne de que estaba revestido. Y, para ceñirse con el paño, dejó primero las vestiduras que tenía. Mas para tomar la forma de siervo, cuando se humilló hasta la nada, no dejó lo que tenía, sino que tomó lo que no tenía. Para ser crucificado tenía que ser despojado de sus vestiduras; después de muerto envuelto en sábanas, y toda su pasión tenía que servir para purificarnos.
6-9. ¿Qué quiere decir aquí tú? ¿Qué quiere decir a mí? Estas cosas más bien pueden concebirse que expresarse, no sea que la lengua no sepa significar con dignidad lo elevado que el pensamiento haya concebido.
O debemos creer que Pedro desaprobase y recusase entre todos una acción que ya los demás habían permitido de buen grado antes de él. Y así, no puede entenderse que ya otros hubiesen sido lavados antes que él, y que Jesús llegase a él después de los otros (¿quién ignora que Pedro era reputado como el primero de los apóstoles?), sino que empezó por él. Así, cuando empezó a lavar los pies, vino a aquel por el cual empezó (esto es, Pedro), y entonces Pedro rehusó maravillado una acción que cualquier otro hubiera rehusado.
Prosigue: “Respondió Jesús, y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo sabes ahora, mas lo sabrás después”.
Sin embargo, él, asombrado ante la grandeza del Señor, no permitía que se hiciera aquello cuya razón ignoraba, sin que pudiera tolerar que la humildad del Señor llegase hasta lavarle los pies. Y así sigue: “Dícele Pedro: No lavarás jamás mis pies”, esto es, jamás lo permitiré, porque se dice que jamás se hará una cosa, cuando nunca se hace.
Al decir si no te lavare, tratándose sólo de los pies, es lo mismo que decir: me pisas, siendo sólo la planta del pie la que pisa.
El, confundido entre el amor y el temor, más se horrorizó de no tener parte con Cristo, que de que Este le lavase los pies humildemente. Por lo cual sigue: “Señor, no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza”.
10.Todo, excepto los pies; o lo que es lo mismo, sólo necesita lavarse los pies. Porque el hombre, por el bautismo, no queda todo lavado menos los pies, sino que queda lavado por completo. Sin embargo, viviendo en lo sucesivo entre las cosas humanas, pisa con ellos la tierra. Así, pues, los afectos humanos, sin los que no se puede vivir en esta vida mortal, simbolizan los pies. Y, en esta vida, de tal modo somos afectados por las cosas humanas, que si dijéramos que éstas no nos afectaban, nos engañaríamos a nosotros mismos, afirmando que no tenemos pecado ( 1Jn 1,8). Mas si confesamos nuestros pecados, Aquel que lavó los pies a sus discípulos nos los perdona, hasta los pies, con los cuales comunicamos con la tierra.
«Vosotros estáis limpios, pero no todos”. No preguntemos qué sea esto, cuando el mismo evangelista lo dice claramente a continuación: “Pues sabía quién era el que había de entregarle; por lo mismo dijo: No todos estáis limpios”.
Estando ya lavados sus discípulos no necesitaban sino de lavarse los pies, porque mientras el hombre vive en este mundo, parece que al tocar la tierra con sus pies atrae algo de ella con lo cual es manchado.
12.Acordándose el Señor de que había prometido a Pedro la explicación del hecho realizado, diciendo “después sabrás” (qué es lo que yo he hecho), empieza ya a enseñarlo. Por esto se dice: “Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, y habiéndose sentado empezó a hablarles de nuevo en esta forma: Sabéis lo que he hecho con vosotros”.
13.Se ha mandado al hombre (Prov 27,2): “No te alabe tu propia boca, sino que te alabe la boca de tu prójimo”, porque es peligroso que se complazca en sí mismo el que quiere evitar la soberbia. Mas aquel que está sobre todas las cosas, por mucho que se alabe, no se ensalzará demasiado, ni puede decirse rectamente que en Dios haya arrogancia. Porque el conocer a Dios aprovecha únicamente a nosotros, no a El; ni nadie lo conoce si El mismo no se da a conocer. Luego, si por huir de la arrogancia no se hubiese alabado, nos hubiera privado de su conocimiento. ¿Y cómo la verdad ha de temer incurrir en arrogancia? Nadie puede reprender el que se considere Maestro, aun el que sólo lo mire bajo el concepto del hombre, porque hay que conceder que aun los mismos hombres son llamados maestros, y toleran la denominación sin arrogancia en las artes que profesan. ¿Y podrá reprochársele el que se considere Señor de sus discípulos, tratándose de hombres que en el concepto vulgar carecían de ilustración? Porque cuando es Dios el que habla, nunca hay arrogancia en tanta excelsitud; nunca mentira en la verdad. El estar sometidos a tanta grandeza, el servir a la verdad, es para beneficio nuestro. Y así, “decís bien al llamarme Maestro y Señor, porque lo soy”. Y si no lo fuera, diríais mal en lo que decís.
15. Existe entre muchos esta costumbre de humildad, cuando mutuamente se reciben en hospedaje. Y hacen esto los hermanos unos con otros aun de una manera visible. Y así será mejor, y sin género de controversia más conforme a la verdad, el que se haga de mano propia, para que ningún cristiano se desdeñe en hacer lo que practicó Cristo. Porque al inclinar la cerviz delante de un hermano, despertamos en su corazón los efectos de humildad, o si ya los tenía los hacemos más fervorosos. Pero, prescindiendo de este sentido moral, ¿podrá, acaso, alguien librar a su hermano del contagio del pecado? De esta manera, confesémonos mutuamente nuestros pecados; perdonémonos los unos las faltas de los otros; oremos mutuamente para que nos sean perdonados, y así mutuamente nos lavemos los pies.
- ORATIO
La oratio es el tercer momento de la Lectio Divina, consiste en la oración que viene de la meditatio. “Es la plegaria que brota del corazón al toque de la divina Palabra”. Los modos en que nuestra oración puede subir hacia Dios son: petición, intercesión, agradecimiento y alabanza.
Oración Colecta del Jueves santo
Señor, Padre nuestro, nos has convocado esta tarde para celebrar aquella misma memorable Cena en que tu Hijo antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el banquete de su amor, el sacrificio nuevo de la Alianza eterna; te pedimos que la celebración de estos santos misterios nos lleve a alcanzar plenitud de vida y de amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
- CONTEMPLATIO
EL último paso de la Lectio Divina: la contemplatio, consiste en la contemplación o admiración que surge de entrar en contacto con la Palabra de Dios. Esta consiste en la adoración, en la alabanza y en el silencia delante de Dios que se está comunicando conmigo.
«… Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin ».