PARA PREPARAR LA LECTIO DIVINA DEL EVANGELIO DEL DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO CA. 5 de noviembre de 2023 (San Mateo 23, 1-12).

En los SANTOS PADRES:

Benito de Nursia

Regla Monástica: Toda exaltación de sí mismo es una forma de soberbia

«El mayor entre vosotros será vuestro servidor» (Mt 23,11)

capítulo 7.

La sagrada escritura, hermanos, nos dice a gritos: «Todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado». Con estas palabras nos muestra que toda exaltación de sí mismo es una forma de soberbia. El profeta nos indica que él la evitaba cuando nos dice: «Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad» (Sal 130,1)… Por tanto, hermanos, si es que deseamos ascender velozmente a la cumbre de la más alta humildad y queremos llegar a la exaltación celestial a la que se sube a través de la humildad en la vida presente, hemos de levantar con los escalones de nuestras obras, aquella misma escala que se le apareció en sueños a Jacob, sobre la cual contempló a los ángeles que bajaban y subían (Gn 28,12). Indudablemente, a nuestro entender, no significa otra cosa ese bajar y subir sino que por la altivez se baja y por la humildad se sube. La escala erigida representa nuestra vida en este mundo. Pues, cuando el corazón se abaja, el Señor lo levanta hasta el cielo.

Y así, el primer grado de humildad es que el monje mantenga siempre ante sus ojos el temor de Dios y evite por todos los medios echarlo en olvido; que recuerde siempre todo lo que Dios ha mandado… Y para vigilar alerta todos sus pensamientos perversos, el hermano fiel a su vocación repite siempre dentro de su corazón: «Solamente seré puro en su presencia, si sé mantenerme en guardia contra mi iniquidad» (Sal 17,24). En cuanto a la propia voluntad, se nos prohíbe hacerla cuando nos dice la Escritura: «Refrena tus deseos». También pedimos a Dios en la oración «que se haga en nosotros su voluntad» (Si 18,30) …

Luego si «los ojos del Señor observan a buenos y malos», si «el Señor mira incesantemente a todos los hombres, para ver si queda algún sensato que busque a Dios» (Prov 15,3; Sal 13,2)… Cuando el monje haya remontado todos estos grados de humildad, llegará pronto a ese grado de «amor a Dios que, por ser perfecto, echa fuera todo temor»; gracias al cual, cuanto cumplía antes no sin recelo, ahora comenzará a realizarlo sin esfuerzo, como instintivamente y por costumbre… sino por amor a Cristo, por cierta santa con naturaleza y por la satisfacción que las virtudes producen por sí mismas. Y el Señor se complacerá en manifestar todo esto por el Espíritu Santo en su obrero.

Catalina de Siena

Diálogos: ¿Quieres conocer a Dios?, conócete a ti mismo

«El que se humilla será enaltecido» (Mt 23,12)

[Santa Catalina oyó que Dios le decía:]

Me pides conocerme y amarme a mí, la Verdad suprema. He aquí el camino para quien quiera llegar a conocerme perfectamente y gustarme, a mí la Verdad eterna: no dejes jamás de conocerte a ti misma, y cuando estés abajada en el valle de la humildad, entonces es en ti que me conocerás. Es en este conocimiento que sacarás todo lo que te falta, todo lo que te es necesario. Ninguna virtud tiene calidad en sí misma si no la saca de la caridad; ahora bien, la humildad es la que alimenta y gobierna a la caridad. En el conocimiento de ti misma llegarás a ser humilde, puesto que verás que tú, por ti misma, no eres nada y que tu ser viene de mí puesto que os he amado antes de que existierais. Es a causa de este amor inefable que siento por vosotros que, queriéndoos recrear de nuevo por la gracia, os he lavado y recreado en la sangre que mi Hijo único derramó con un fuego de amor tan grande.

Sólo esta sangre, ella sola, hace conocer la verdad a aquel que ha disipado la nube del amor propio a través de este conocimiento de sí mismo. Es entonces cuando en este conocimiento de mí, el alma se abrasa con un amor inefable, y es a causa de este amor que experimenta un dolor continuo. No un amor que la aflige y la deja seca (lejos de eso, puesto que, bien al contrario, es fecunda) sino porque habiendo conocido mi verdad, sus propias faltas, la ingratitud y ceguera del prójimo, siente por todo ello, un dolor intolerable. Su aflicción es debida a su amor para conmigo, porque si no me amara no se afligiría.

En el Catecismo de la Iglesia Católica

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Llamados a dar la vida, los esposos participan del poder creador y de la paternidad de Dios (cf Ef 3, 14; Mt 23, 9). “En el deber de transmitir la vida humana y educarla, que han de considerar como su misión propia, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y en cierta manera sus intérpretes. Por ello, cumplirán su tarea con responsabilidad humana y cristiana” (GS 50, 2).2

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“Hacerse niño” con relación a Dios es la condición para entrar en el Reino (cf. Mt 18, 3-4); para eso es necesario abajarse (cf. Mt 23, 12), hacerse pequeño; más todavía: es necesario “nacer de lo alto” (Jn 3,7), “nacer de Dios” (Jn 1, 13) para “hacerse hijos de Dios” (Jn 1, 12). El misterio de Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo “toma forma” en nosotros (Ga 4, 19). Navidad es el misterio de este “admirable intercambio”:

«¡Oh admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de la Virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad» (Solemnidad de la Santísima Virgen María, Madre de Dios, Antífona de I y II Vísperas: Liturgia de las Horas).2

En el Magisterio de los Papas:

San Juan Pablo II, Papa

Homilía (31-10-1999): No buscar las apariencias

Visita Pastoral a la Parroquia Romana de San Benito José Labre.

Domingo XXXI del Tiempo Ordinario. Ciclo A.

Domingo 31 de Octubre de 1999

1. «Uno solo es vuestro Maestro, Cristo» (Mt 23, 10). El pasaje evangélico que acabamos de escuchar narra la disputa de Jesús con los escribas y los fariseos. Haciéndose eco de los profetas del Antiguo Testamento (cf. Ml 2, 1-10), Jesús condena su hipocresía, fundada en la presunción de ser justos ante Dios. Esa actitud, que aleja al hombre del camino del bien, puede anidar también hoy en el corazón del hombre.

Las palabras de Jesús ponen en guardia frente a cualquier «fariseísmo», es decir, frente a la búsqueda de las apariencias, a la fácil componenda con la mentira y a la tentación de afirmarse a sí mismo independientemente de la voluntad divina. Ante esta orgullosa pretensión del hombre de prescindir de Dios, Jesús, el verdadero Maestro, dirige una apremiante invitación a acoger con humilde disponibilidad la acción de la gracia divina: «El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Mt 23, 11).

6. […] todos los discípulos de Cristo son portadores de un mensaje de salvación que proviene de Dios y está destinado a todo el mundo. No se trata de una palabra que tiene simplemente autoridad humana; al contrario, posee una autoridad que deriva directamente de Dios. Nos lo recuerda san Pablo en la segunda lectura de este domingo: «Al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes» (1 Ts 2, 13).

Sed conscientes del gran tesoro de la palabra de Dios confiado a la Iglesia en su totalidad y a cada uno de los fieles. Dejaos evangelizar por la palabra de Cristo para ser, también vosotros, evangelizadores de vuestros hermanos. María, Estrella de la evangelización, la primera que acogió dócilmente en su seno al Verbo de Dios para ofrecerlo a todo el mundo, nos ayude a escuchar atentamente la Palabra y a ser testigos valientes de su hijo Jesús, único Maestro y Salvador del mundo. Amén