CONTENIDO: Lectio divina con el evangelio del DOMINGO XXIII del Tiempo ordinario. Ciclo A. 27 de agosto de 2023. Ciclo A (San Mateo 16,13-20).

• SEÑAL DE LA CRUZ
• INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO:
Ven Espíritu Santo
Llena los corazones de tus fieles
Y enciende en ellos el fuego de tu Amor.
Envía Señor tu Espíritu y todo será creado
Y renovarás la faz de la tierra
Oh Dios, que instruiste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo
Danos gustar de todo lo que es recto según Tú mismo Espíritu
Y gozar siempre de su divino consuelo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
• LECTIO
Primer paso de la Lectio Divina: consiste en la lectura de un trozo unitario de la Sagrada Escritura. Esta lectura implica la comprensión del texto al menos en su sentido literal. Se lee con la convicción de que Dios está hablando. No es la lectura de un libro, sino la escucha de Alguien. Es escuchar la voz de Dios hoy.
Lectura del Santo Evangelio según san Mateo (16,13-20):
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?”.
Ellos le respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”.
“Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?”.
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Y Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el Cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.
Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
Palabra del Señor
• MEDITATIO:
Estando siempre en la presencia de Dios, el segundo paso de la Lectio Divina o Meditatio consiste en reflexionar en nuestro interior y con nuestra inteligencia sobre lo que se ha leído y comprendido.
“Es esa disposición del alma que usa de todas sus facultades intelectuales y volitivas para poder captar lo que Dios le dice… al modo de Dios”.
Opción 1

OPCIÓN 2
Beato Columba Marmion (1858 -1923), abad
Cristo ideal del sacerdote (Le Christ idéal du prêtre, Maredsous, 1951), trad. sc©evangelizo.org
Cristo en nuestro corazón por la fe
Dios se presenta a nosotros como objeto de la fe, especialmente en la persona de Jesucristo. Quiere que creamos firmemente que el niño nacido de María, el obrero de Nazaret, el Maestro en lucha con los Fariseos, el crucificado del Calvario, es realmente el Hijo de Dios, igual a Dios y así lo adoramos. Establecer entre los hombres la fe al Verbo encarnado es la gran obra que Dios se ha propuesto en la economía de la salvación (cf. Jn 6,29). Nada puede reemplazar esta fe en Jesucristo, verdadero Dios consustancial al Padre y su Enviado. Es la síntesis de todas nuestras creencias, porque Cristo es la síntesis de toda la revelación. (…)
La vida de la Iglesia supone en todo y siempre la adoración de su divino Esposo. Faz al mundo que lo niega y desconoce, ella repite sin cesar con san Pedro: “Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16). Esta fuerte visión de la fe, atraviesa el velo de la humanidad de Cristo y se sumerge en las profundidades de su divinidad. Pero algunos ven a Jesús y lo tocan, pero, como las multitudes de Galilea, con una mirada externa, superficial, que no transforma las almas. Para otros, Jesús se transfigura y la gracia ilumina su fe en la divinidad. Para ellos, Jesús es el sol de justicia, sobrepasa todas las bellezas de la tierra y su visión deslumbra tanto su corazón, que nada los podrá separar de su amor. Pueden decir con san Pablo: “Tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rom 8,38-39).
Tal fe establece a Jesucristo realmente en nuestro corazón. No es una simple adhesión del espíritu. Esta fe implica el amor, la esperanza, la consagración total de sí a Cristo para vivir de su vida, participar a sus misterios, imitar sus virtudes
• PREPARACIÓN REMOTA
• ORATIO
La oratio es el tercer momento de la Lectio Divina, consiste en la oración que viene de la meditatio. “Es la plegaria que brota del corazón al toque de la divina Palabra”. Los modos en que nuestra oración puede subir hacia Dios son: petición, intercesión, agradecimiento y alabanza.
Antífona de entrada Sal 118, 137. 124
Tú eres justo, Señor, y tus juicios son rectos;
trátame conforme a tu bondad.
Oración colecta
Señor Dios, que nos has redimido para hacernos hijos tuyos,
míranos siempre con amor de Padre,
para que cuantos hemos creído en Cristo
alcancemos la verdadera libertad y la herencia eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Dios nuestro, fuente del amor sincero y de la paz,
concédenos glorificar tu nombre
con estas ofrendas que te presentamos;
y por la participación en la eucaristía
ayúdanos a vivir unidos en un solo corazón.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Sal 41, 2-3
Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira por ti, mi Dios.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente.
O bien: Jn 8, 12
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor.
El que me sigue no andará en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida.
Oración después de la comunión
Señor nuestro, que alimentas y vivificas a tus fieles
con tu palabra y con los sacramentos del cielo,
concédenos aprovechar de tal manera estos dones de tu Hijo amado
que merezcamos participar siempre de su vida divina.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
• CONTEMPLATIO:
El último momento de la Lectio Divina: la contemplatio, consiste en la contemplación o admiración que surge de entrar en contacto con la Palabra de Dios. Esta consiste en la adoración, en la alabanza y en el silencia delante de Dios que se está comunicando conmigo.
“Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el Cielo”.