Preparación opcional 8 de enero 2023

FUNDAMENTOS DE LA PREPARACIÓN REMOTA PARA UNA BUENA LECTIO

Enseña San Guido que  “la lectio, «estudio atento de las Escrituras», busca la vida bienaventurada, la meditatio la encuentra, la oratio la implora, la contemplatio la saborea[1]”.

 “Es un esfuerzo y un estudio del que el lector de la Escritura no puede prescindir, según nos advierten los maestros de la lectio divina. Esto no significa, naturalmente, que todo lector de la Biblia tenga que ser maestro consumado en exégesis; pero sí que hay que utilizar los trabajos de los maestros en exégesis. Recordemos los sudores de un Orígenes, de un san Jerónimo, para llegar a poseer un texto correcto de la Escritura y penetrar su verdadero sentido. Ante todo, su sentido literal, al que debe ajustarse la «lectura divina». Nada debe quedar borroso, vago, impreciso, en cuanto sea posible. La filología, las ciencias naturales, todo el saber humano debe ponerse en juego para descubrir el sentido histórico de la Palabra de Dios escrita[2]”.

“Hay distintos niveles para hacer el primer paso, la lectio. El primer nivel, indispensable, es la simple lectura de un trozo unitario. ‘Simple lectura’ significa leer varias veces el texto. Leer con paciencia y atención varias veces el texto propuesto. Esto debe hacerse hasta que se hayan encontrado ideas y temas suficientes para ser procesados y reflexionados en la meditatio. En este primer nivel, al alcance de todo cristiano que simplemente sepa leer, no hace falta un conocimiento científico de la Biblia. Bastan sólo dos cosas: saber leer y tener fe en que la Sagrada Escritura es Palabra de Dios. Un segundo nivel para hacer el primer paso de la Lectio Divina, la lectio, es la lectura previa de algunos comentarios al trozo propuesto de la Sagrada Escritura. En esta lectura previa de algunos comentarios tienen preeminencia los textos de los Santos Padres. Luego los comentarios de Santo Tomás de Aquino a la Sagrada Escritura. Luego la de los santos en general. Finalmente, comentarios de la Sagrada Escritura modernos y de sana doctrina”[3]

PARA PREPARAR LA LECTIO DIVINA DEL EVANGELIO DE LA MISA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR. – CICLO A. 8 DE ENERO DE 2023.

-En los Santos Padres:

Hipólito de Roma

Homilía: ¡Venid al bautismo de la inmortalidad! [atribuida] en la santa Teofanía: PG 10, 858-859

«Este es mi Hijo amado, en quien me complazco» (Mt 3,17)

Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo, que decía: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. ¿No ves cuántos y cuán grandes bienes hubiéramos perdido si el Señor hubiese cedido a la disuasión de Juan y no hubiera recibido el bautismo? Hasta el momento los cielos estaban cerrados e inaccesibles las empíreas regiones. Habíamos descendido a las regiones inferiores y éramos incapaces de remontarnos nuevamente a las regiones superiores. ¿Pero es que sólo se bautizó el Señor? Renovó también el hombre viejo y volvió a hacerle entrega del cetro de la adopción. Pues al punto se le abrió el cielo. Se ha efectuado la reconciliación de lo visible con lo invisible; las jerarquías celestes se llenaron de alegría; sanaron en la tierra las enfermedades; lo que estaba escondido se hizo patente; los que militaban en las filas de los enemigos, se hicieron amigos.

Has oído decir al evangelista: Se le abrió el cielo. A causa de estas tres maravillas: porque habiendo sido bautizado Cristo, el Esposo, era indispensable que se le abrieran las espléndidas puertas del tálamo celeste; asimismo era necesario que se alzaran los celestes dinteles al descender el Espíritu Santo en forma de paloma y dejarse oír por doquier la voz del Padre. Se abrió el cielo, y vino una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto».

El amado produce amor, y la luz inmaterial genera una luz inaccesible. Éste es mi Hijo amado que apareció aquí abajo, pero sin separarse del seno del Padre: apareció y no apareció. Una cosa es lo que apareció, porque —según las apariencias— el que bautiza es superior al bautizado. Por eso el padre hizo descender sobre el bautizado el Espíritu Santo. Y así como en el arca de Noé el amor de Dios al hombre estuvo simbolizado por la paloma, así también ahora el Espíritu, bajando en forma de paloma cual portadora del fruto del olivo, se posó sobre aquel que así era testimoniado. ¿Por qué? Para dejar también constancia de la certeza y solidez de la voz del Padre y robustecer la fe en las predicciones proféticas hechas con mucha anterioridad. ¿Cuáles? La voz del Señor sobre las aguas, el Dios de la gloria ha tronado, el Señor sobre las aguas torrenciales. ¿Qué Voz? Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Este es el que se llamó hijo de José y es mi Unigénito según la esencia divina.

Éste es mi Hijo, el amado: aquel que pasó hambre, y dio de comer a innumerables multitudes; que trabajaba, y confortaba a los que trabajaban; que no tenía dónde reclinar la cabeza, y lo había creado todo con su mano; que padeció, y curaba todos los padecimientos; que recibió bofetadas, y dio al mundo la libertad; que fue herido en el costado, y curó el costado de Adán.

Pero prestadme cuidadosamente atención: quiero acudir a la fuente de la vida, quiero contemplar esa fuente medicinal.

El Padre de la inmortalidad envió al mundo a su Hijo, Palabra inmortal, que vino a los hombres para lavarlos con el agua y el Espíritu; y, para regenerarnos con la incorruptibilidad del alma y del cuerpo, insufló en nosotros el espíritu de vida y nos vistió con una armadura incorruptible.

Si, pues, el hombre ha sido hecho inmortal, también será dios. Y si se ve hecho dios por la generación del baño del bautismo, en virtud del agua y del Espíritu Santo, resulta también que después de la resurrección de entre los muertos será coheredero de Cristo.

Por lo cual, grito con voz de pregonero: Venid, las tribus todas de las gentes, al bautismo de la inmortalidad. A vosotros que todavía vivís en las tinieblas de la ignorancia, os traigo el fausto anuncio de la vida. Venid de la servidumbre a la libertad, de la tiranía al reino, de la corrupción a la incorrupción. Pero me preguntaréis: ¿Cómo hemos de ir? ¿Cómo? Por el agua y el Espíritu Santo. Esta es el agua unida con el Espíritu, con la que se riega el Paraíso, se fecunda la tierra, las plantas crecen, los animales se multiplican; y, en definitiva, el agua por la que el hombre regenerado se vivifica, con la que Cristo fue bautizado, sobre la que descendió el Espíritu Santo en forma de paloma.

– En los santos Dominicos:

Suma teológica – Parte IIIa – Cuestión 39 (RESPONDO)

Sobre el bautizo de Cristo

Artículo 1: ¿Convino que Cristo fuera bautizado?

Respondo: 

Convino que Cristo fuera bautizado. Primero, porque, como dice Ambrosio, el Señor fue bautizado, no porque quisiera ser purificado, sino para purificar las aguas, a fin de que, purificadas ellas por la carne de Cristo, que no conoció el pecado, tuvieran la virtud del bautismo; y para dejarlas santificadas para los que después habían de ser bautizados, como escribe el Crisóstomo. Segundo, porque, como dice el Crisóstomo In Matth., aunque Cristo no fuese pecador, recibió, sin embargo, una naturaleza pecadora y una semejanza de carne de pecado (cf. Rom 8,3). 

Por esto, aunque no necesitaba del bautismo en favor de sí mismo, lo necesitaba, no obstante, la naturaleza carnal en los demás. Y, como escribe Gregorio Nacianceno, Cristo fue bautizado para sumergir en el agua a todo el viejo Adán.

Tercero, quiso ser bautizado, como dice Agustín en un Sermón De Hpiphania, porque quiso hacer El mismo lo que mandó que habían de hacer todos. Y esto es lo que El mismo dice: Así conviene que cumplamos toda justicia (Mt 3,15). Como escribe Ambrosio, In Lúe., ésta es la justicia: Que comiences por hacer tú primero lo que quieres que haga el otro, y que animes a los demás con tu ejemplo.

Artículo 2: ¿Convino que Cristo fuese bautizado con el bautismo de Juan?

Respondo: 

Como expone Agustín, In loann., el Señor, una vez bautizado, bautizaba, (pero) no con el bautismo con que El había sido bautizado. Por lo que, bautizando El con su propio bautismo, resulta lógico que no fuera bautizado con su propio bautismo, sino con el de Juan. Y esto fue conveniente. Primero, por el carácter del bautismo de Juan, que no bautizó con Espíritu, sino sólo con agua (cf. Mt 3,11). Pero Cristo no tenía necesidad de bautismo espiritual, pues desde el principio de su concepción estuvo lleno del Espíritu Santo, como es claro por lo dicho anteriormente (q.34 a.1). Esta es la razón que da el Crisóstomo.

Segundo, porque, como Beda dice, Cristo fue bautizado con el bautismo de Juan para aprobarlo con su propio bautismo.

Tercero, porque, como escribe Gregorio Nacianceno, Cristo se acercó al bautismo de Juan con el fin de santificar el bautismo.

Artículo 3: ¿Fue Cristo bautizado en la edad conveniente?

Respondo: 

Cristo fue oportunamente bautizado a los treinta años. Primero, porque Cristo se bautizó alrededor del tiempo en que comenzaba a enseñar y predicar, para lo que se requiere una edad perfecta, como lo son los treinta años. Por lo que en Gen 41,46 se lee que José tenía treinta años cuando se hizo cargo del gobierno de Egipto. También en 2 Sam 5,4 se dice de David que tenía treinta años cuando comenzó a reinar. Asimismo Ezequiel comenzó a profetizar el año treinta, como se escribe en Ez 1,1.

Segundo, porque, como expone el Crisóstomo In Matth., había de acontecer que después del bautismo de Cristo comenzaría a cesar la ley. Y por esta razón se acercó Cristo al bautismo en esta edad que es capaz de experimentar todos los pecados, a fin de que, observada la ley, nadie diga que la abolió porque no pudo cumplirla.

Tercero, porque, mediante el hecho de bautizarse Cristo en la edad perfecta, se deja entender que el bautismo engendra varones perfectos, según aquellas palabras de Ef 4,13: Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al varón perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo. Por lo que el mismo carácter del número parece llevarnos a la misma conclusión. El número treinta, en efecto, resulta de multiplicar el tres por el diez. Y el tres sugiere la fe en la Trinidad, mientras que el diez alude al cumplimiento de los mandamientos de la ley; y en estas dos cosas se asienta la perfección de la vida cristiana.

Artículo 4: ¿Debió ser bautizado Cristo en el Jordán?

Respondo: 

Mediante la travesía del río Jordán entraron los hijos de Israel en la tierra prometida (cf. Jos 3). Ahora bien, el bautismo de Cristo tiene de especial, sobre todos los bautismos, el que introduce en el reino de Dios, significado por la tierra de promisión. Por lo que se dice en Jn 3,5: Si uno no renace del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios. 

A la misma problemática pertenece la división de las aguas del Jordán por Elias, que iba a ser arrebatado al cielo en un carro de fuego, como se lee en 4 Re 2,7ss; porque a los que pasan por las aguas del bautismo se les abre la entrada en el cielo mediante el fuego del Espíritu Santo. Y por este motivo fue conveniente que Cristo fuese bautizado en el Jordán.

Artículo 5: ¿Debieron abrirse los cielos una vez que Cristo fue bautizado?

Respondo: 

Como se ha explicado (a.1; q.38 a.1), Cristo quiso ser bautizado para consagrar con su bautismo aquel con que nosotros seríamos bautizados. Y, por este motivo, en el bautismo de Cristo debieron mostrarse los elementos que pertenecen a la eficacia de nuestro bautismo. Sobre tal eficacia hay que considerar tres cosas: Primero, la virtud principal de la que el bautismo obtiene su eficacia, que es la virtud del cielo. Y por eso, cuando Cristo se bautizó, se abrió el cielo, para demostrar que en adelante la virtud celestial santificaría el bautismo.

Segundo, la fe de la Iglesia y la del que se bautiza intervienen en la eficacia del bautismo; por eso los bautizados hacen profesión de fe, y el bautismo se llama sacramento de la fe. Mediante la fe contemplamos las cosas del cielo, que superan los sentidos y la razón humanos. Y para dar a entender esto se abrieron los cielos cuando Cristo se bautizó.

Tercero, que por el bautismo de Cristo se nos abre especialmente la entrada del reino celestial, que se había cerrado para el primer hombre por causa del pecado. De donde, una vez que Cristo se bautizó, se abrieron los cielos, para manifestar que el camino del cielo queda abierto para los bautizados.

Después del bautismo le es necesaria al hombre la oración continua para entrar en el cielo; pues, aunque por el bautismo se perdonan los pecados, permanecen sin embargo la concupiscencia (Fomes peccati), que nos combate interiormente, y el mundo y el demonio, que nos atacan desde fuera. Y por este motivo se dice señaladamente en Lc 3,21 que, bautizado Jesús y estando en oración, se abrió el cielo, porque es claro que los fieles necesitan la oración después del bautismo. O para dar a entender que si, por medio del bautismo, el cielo se abre para los creyentes, es por virtud de la oración de Cristo. Por eso se dice claramente en Mt 3,16 que se le abrió el cielo, es decir, se abrió a todos por causa de El, como si el emperador respondiese a uno que pide un favor para otro: Fíjate en que esta gracia no se la concedo a él, sino a ti, es decir, a él por causa tuya, como expone el Crisóstomo In Matth. 22.

Artículo 6: ¿Es acertado decir que el Espíritu Santo, en forma de paloma, descendió sobre Cristo bautizado?

Respondo: 

Lo que sucedió con Cristo a la hora de su bautismo, como comenta el Crisóstomo In Matth., pertenece al misterio de todos los que habían de ser bautizados después. Pero todos los que son bautizados con el bautismo de Cristo reciben el Espíritu Santo, a no ser que se acerquen fingidamente, según aquellas palabras de Mt 3,11: El os bautizará en el Espíritu Santo. 

Y, por ese motivo, fue conveniente que el Espíritu Santo descendiese sobre el Señor bautizado.

Artículo 7: ¿La paloma en que se apareció el Espíritu Santo fue verdadero animal?

Respondo: 

Como ya queda expuesto (q.5 a.1), no convenía que el Hijo de Dios, que es la Verdad del Padre, se sirviese de ficción alguna; y por eso no tomó un cuerpo fantástico, sino real. Y por llamarse el Espíritu Santo Espíritu de Verdad, como es manifiesto por Jn 16,13, formó una paloma verdadera en la que se apareció, aunque no la asumió en unidad de persona. Por lo que, después de las palabras antes mencionadas, añade Agustín: Como no convenía que el Hijo de Dios engañase a los hombres, así tampoco convenía que los frustrase el Espíritu Santo. Y al Dios todopoderoso, que hizo de la nada todo lo creado, no le era difícil hacer el cuerpo verdadero de una paloma sin la intervención de otras palomas, como no le fue difícil formar un cuerpo verdadero en el seno de María sin el concurso del varón; porque las criaturas corporales están sujetas al imperio y a la voluntad del Señor, tanto para formar un hombre en las entrañas de una mujer como para formar una paloma en el mundo material.

Artículo 8: ¿Fue oportuno que, una vez bautizado Cristo, se dejase oír la voz del Padre dando testimonio en favor de su Hijo?

Respondo: 

Como antes se expuso (a.5), en el bautismo de Cristo, que fue el modelo del nuestro, debió manifestarse lo que acontece en nuestro bautismo. Y el bautismo con que son purificados los fieles está consagrado con la invocación y el poder de la Trinidad, según las palabras de Mt 28,19: Id, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Por tanto, como dice Jerónimo, en el bautismo de Cristo se pone de manifiesto el misterio de la Trinidad, pues: el propio Señor es bautizado en la naturaleza humana; el Espíritu Santo desciende en forma de paloma; se oye la voz del Padre dando testimonio en favor del Hijo. Y por eso fue conveniente que en aquel bautismo se manifestase el Padre mediante su voz.

– En el Catecismo de la Iglesia Católica:

El Bautismo de Jesús

535 

El comienzo (cf. Lc 3, 23) de la vida pública de Jesús es su bautismo por Juan en el Jordán (cf. Hch 1, 22). Juan proclamaba “un bautismo de conversión para el perdón de los pecados” (Lc 3, 3). Una multitud de pecadores, publicanos y soldados (cf. Lc 3, 10-14), fariseos y saduceos (cf. Mt 3, 7) y prostitutas (cf. Mt 21, 32) viene a hacerse bautizar por él. “Entonces aparece Jesús”. El Bautista duda. Jesús insiste y recibe el bautismo. Entonces el Espíritu Santo, en forma de paloma, viene sobre Jesús, y la voz del cielo proclama que él es “mi Hijo amado” (Mt 3, 13-17). Es la manifestación (“Epifanía”) de Jesús como Mesías de Israel e Hijo de Dios.

536 

El bautismo de Jesús es, por su parte, la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores (cf. Is 53, 12); es ya “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29); anticipa ya el “bautismo” de su muerte sangrienta (cf Mc 10, 38; Lc 12, 50). Viene ya a “cumplir toda justicia” (Mt 3, 15), es decir, se somete enteramente a la voluntad de su Padre: por amor acepta el bautismo de muerte para la remisión de nuestros pecados (cf. Mt 26, 39). A esta aceptación responde la voz del Padre que pone toda su complacencia en su Hijo (cf. Lc 3, 22; Is 42, 1). El Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su concepción viene a “posarse” sobre él (Jn 1, 32-33; cf. Is 11, 2). De él manará este Espíritu para toda la humanidad. En su bautismo, “se abrieron los cielos” (Mt 3, 16) que el pecado de Adán había cerrado; y las aguas fueron santificadas por el descenso de Jesús y del Espíritu como preludio de la nueva creación.

537 

Por el Bautismo, el cristiano se asimila sacramentalmente a Jesús que anticipa en su bautismo su muerte y su resurrección: debe entrar en este misterio de rebajamiento humilde y de arrepentimiento, descender al agua con Jesús, para subir con él, renacer del agua y del Espíritu para convertirse, en el Hijo, en hijo amado del Padre y “vivir una vida nueva” (Rm 6, 4): «Enterrémonos con Cristo por el Bautismo, para resucitar con él; descendamos con él para ser ascendidos con él; ascendamos con él para ser glorificados con él» (San Gregorio Nacianceno, Oratio 40, 9: PG 36, 369). «Todo lo que aconteció en Cristo nos enseña que después del baño de agua, el Espíritu Santo desciende sobre nosotros desde lo alto del cielo y que, adoptados por la Voz del Padre, llegamos a ser hijos de Dios. (San Hilario de Poitiers, In evangelium Matthaei, 2, 6: PL 9, 927).

En el Magisterio de los Papas:

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Fiesta del Bautismo del Señor

Domingo 12 de enero de 2003

1. 

“Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras está cerca” (Is 55, 6). Estas palabras, tomadas de la segunda parte del libro de Isaías, resuenan en este domingo con el que se concluye el tiempo de Navidad. Constituyen una invitación a profundizar en el significado que tiene para nosotros esta fiesta del Bautismo del Señor.

Volvamos espiritualmente a las orillas del Jordán, donde Juan Bautista administra un bautismo de penitencia, exhortando a la conversión. Ante el Precursor llega también Jesús, el cual, con su presencia, transforma ese gesto de penitencia en una solemne manifestación de su divinidad. Repentinamente resuena una voz en el cielo:  “Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto” (Mc 1, 11), y el Espíritu Santo desciende sobre Jesús en forma de paloma.

En aquel acontecimiento extraordinario Juan ve realizarse cuanto se había dicho con respecto al Mesías nacido en Belén, adorado por los pastores y los Magos. Es precisamente a él, el anunciado por los profetas, el Hijo predilecto del Padre, a quien debemos buscar mientras se deja encontrar, y llamar mientras está cercano.

Con el bautismo todo cristiano lo encuentra de manera personal:  es insertado en el misterio de su muerte y de su resurrección, y recibe una vida nueva, que es la misma vida de Dios. ¡Qué gran don y qué gran responsabilidad!

2. 

La liturgia nos invita hoy a sacar “aguas con gozo de las fuentes de la salvación” (Is 12, 3); nos exhorta a revivir nuestro bautismo, dando gracias por los numerosos dones recibidos.

Con estos sentimientos, me dispongo, como ya es tradición, a administrar el sacramento del bautismo a algunos recién nacidos, en esta estupenda capilla Sixtina, donde el pincel de grandes artistas ha representado momentos esenciales de nuestra fe. Son veintidós los niños, procedentes en gran parte de Italia, pero también de Polonia y del Líbano.

Os saludo a todos vosotros, queridos hermanos y hermanas, que habéis querido participar en esta sugestiva celebración. Con gran afecto os saludo particularmente a vosotros, queridos padres, padrinos y madrinas, llamados a ser para estos pequeños los primeros testigos del don fundamental de la fe. El Señor os confía, como custodios responsables, su vida tan valiosa a sus ojos. Comprometeos amorosamente para que crezcan “en sabiduría, edad y gracia”; ayudadles a ser fieles a su vocación.

Dentro de poco, también en su nombre, renovaréis la promesa de luchar contra el mal y de adheriros plenamente a Cristo. Que vuestra existencia se caracterice siempre por este compromiso generoso.

3. 

Sed también conscientes de que el Señor os pide una colaboración nueva y más profunda, es decir, os confía la tarea diaria de acompañarlos a lo largo del camino de la santidad. Esforzaos por ser vosotros mismos santos, para guiar a vuestros hijos hacia esta alta meta de la vida cristiana. No olvidéis que, para ser santos, “es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oración” (Novo millennio ineunte, 32).

María, la santísima Madre del Redentor, que acogió con total disponibilidad el proyecto de Dios, os sostenga, alimentando vuestra esperanza y vuestro deseo de servir fielmente a Cristo y a su Iglesia. Que la Virgen ayude especialmente a estos pequeños, para que realicen a fondo el proyecto que Dios tiene para cada uno de ellos, y que ayude a las familias cristianas del mundo entero a ser auténticas “escuelas de oración”, en las que rezar unidos constituya cada vez más el corazón y la fuente de toda actividad.

[1] Carta de Guido el cisterciense al hermano Gervasio sobre la vida contemplativa

[2] García M. Colombás osb, La lectura de Dios. Aproximación a la lectio divina.

[3] José A. Marcone, I.V.E., Práctica de la Lectio Divia para principiantes.

4] La Catena Aurea atesora la triple riqueza de ser la concatenación de los más selectos comentarios de los Padres al Evangelio, haber sido estos escogidos por la inteligencia y sabiduría del Doctor Angélico y haber sido escrita a pedido del Vicario de Cristo. Santo Tomás de Aquino cita a 57 Padres Griegos y 22 Padres Latinos para exponer el sentido literal y el sentido místico, refutar los errores y confirmar la fe católica. Esto es deseable, escribe, porque es del Evangelio de donde recibimos la norma de la fe católica y la regla del conjunto de la vida cristiana (Catena Aurea, I, 468).  La Catena Aurea nos hace entrever la perennidad y actualidad de Santo Tomás también como exegeta ya que no cae en la trampa de una explicación histórica y positiva como la exegesis que acapara la atención hoy, sino que partiendo del sentido literal llega al tesoro inagotable del sentido espiritual. Santo Tomás nos guía a descubrir que la Sagrada Escritura enseña a cada alma en particular todo lo que necesita para su santidad ya que Dios es el sujeto de la Escritura y su causa eficiente, formal y ejemplar, como también final.