CONTENIDO: Lectio divina con el evangelio de la Solemnidad de María madre de Dios. 1 de enero de 2023 (San Lucas 2, 16-21).
• SEÑAL DE LA CRUZ.
• INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO:
Ven Espíritu Santo
Llena los corazones de tus fieles
Y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía señor tu espíritu y todo será creado
Y renovaras la faz de la tierra
Oh Dios, que instruiste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo
Danos gustar de todo lo que es recto según Tu mismo espíritu
Y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor.
- LECTIO
Primer paso de la Lectio Divina:
consiste en la lectura de un trozo unitario de la Sagrada Escritura. Esta lectura implica la comprensión del texto al menos en su sentido literal. Se lee con la convicción de que Dios está hablando. No es la lectura de un libro, sino la escucha de Alguien. Es escuchar la voz de Dios hoy.
Del evangelio según san Lucas
Los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
Palabra del Señor.
- MEDITATIO.
Estando siempre en la presencia de Dios, el segundo paso de la Lectio Divina o Meditatio consiste en reflexionar en nuestro interior y con nuestra inteligencia sobre lo que se ha leído y comprendido. “Es esa disposición del alma que usa de todas sus facultades intelectuales y volitivas para poder captar lo que Dios le dice… al modo de Dios”.
San Proclo de Constantinopla, obispo
Sermón: Paraíso espiritual del segundo Adán. Sermón 1: PG 65, 682.
«Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer» (Gal 4,4).
Que la naturaleza salte de gozo y que exulte todo el género humano, porque también las mujeres son honradas. Que la humanidad forme un coro de danza…: “Allí donde creció el pecado, más desbordante fue la gracia” (Rm 5,20). La Santa Madre de Dios nos ha reunido aquí, la Virgen María, tesoro purísimo de la virginidad, paraíso espiritual del segundo Adán, lugar de unión de las dos naturalezas, lugar de intercambio en el que se ha concluido nuestra salvación, cámara nupcial en la que Cristo se ha desposado con nuestra carne. Ella es la zarza espiritual que el fuego del nacimiento de un Dios no ha podido quemar, la nube ligera que nos ha traído a aquel que tiene su trono sobre los querubines, el vellón purísimo que ha recibido al rocío celestial… María, esclava y madre, virgen, cielo, puente único entre Dios y los hombres, telar sobre el cual se tejió la túnica de la encarnación, en el que la unión de las dos naturalezas fue admirablemente confeccionada: el Espíritu Santo ha sido el tejedor de tal maravilla.
Dios, en su bondad, no ha tenido a menos el nacer de una mujer, aunque el mismo que se debía formar en ella era, él mismo, la vida. Ahora bien, si la madre no hubiese permanecido virgen, este nacimiento no hubiera tenido nada de sorprendente; simplemente habría nacido un hombre. Pero puesto que ella permaneció virgen incluso después del nacimiento, ¿cómo no se trataría, pues, de Dios y de un misterio inexplicable? Nació de manera inefable, sin mancha alguna, él, que más tarde entrará sin dificultad alguna, cerradas todas las puertas, y ante quien Tomás, contemplando la unión de sus dos naturalezas, exclamará: “Mi Señor y mi Dios” (Jn 20,28).
Por amor a nosotros, el que por naturaleza es incapaz de sufrir su expuso a numerosos sufrimientos. Cristo no llegó a ser Dios poco a poco; ¡de ninguna manera! Sino que siendo Dios, su misericordia hacia nosotros le impulsó a hacerse hombre, tal como nos lo enseña la fe. No predicamos a un hombre que llegó a ser Dios, sino que proclamamos a un Dios hecho carne. Escogió por madre a su esclava, él que por naturaleza no conoce madre y que, sin padre, se encarnó en el tiempo.
- PREPARACIÓN REMOTA:
- ORATIO
La oratio es el tercer momento de la Lectio Divina, consiste en la oración que viene de la meditatio. “Es la plegaria que brota del corazón al toque de la divina Palabra”. Los modos en que nuestra oración puede subir hacia Dios son: petición, intercesión, agradecimiento y alabanza.
Antífona de entrada
Te saludamos, santa Madre de Dios, porque diste al mundo al Rey
que gobierna para siempre el cielo y la tierra.
O bien Cf. Is 9, 2.6; Lc 1, 33
Hoy brillará la luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor;
él será llamado Dios admirable, Príncipe de la paz, Padre para siempre,
y su reino no tendrá fin.
Oración colecta
Dios nuestro, que por la fecunda virginidad de María
otorgaste a los hombres la salvación eterna,
concédenos experimentar la intercesión de aquella
por quien recibimos al Autor de la vida, Jesucristo, tu Hijo.
Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Dios nuestro, que con tu bondad
comienzas y perfeccionas toda obra buena,
concede que, así como nos alegramos
en la fiesta de Santa María, Madre de Dios,
al celebrar la aurora de la salvación,
podamos también gozar de la plenitud de tu gracia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Heb 13, 8
Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre.
Oración post comunión
Señor y Dios nuestro,
hemos recibido con alegría los sacramentos celestiales;
te pedimos que nos ayuden a alcanzar la vida eterna
a cuantos nos gloriamos de proclamar a María, siempre Virgen,
Madre de tu Hijo y Madre de la Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
- CONTEMPLATIO
El último momento de la Lectio Divina: la contemplatio, consiste en la contemplación o admiración que surge de entrar en contacto con la Palabra de Dios. Esta consiste en la adoración, en la alabanza y en el silencia delante de Dios que se está comunicando conmigo.
«María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón».