CONTENIDO: Lectio divina con el evangelio de la Solemnidad de la Ascensión del Señor. 29 de mayo de 2022 (San Juan 17, 20-26).
• SEÑAL DE LA CRUZ.
• INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO:
Ven Espíritu Santo
Llena los corazones de tus fieles
Y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía señor tu espíritu y todo será creado
Y renovaras la faz de la tierra
Oh Dios, que instruiste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo
Danos gustar de todo lo que es recto según Tu mismo espíritu
Y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor.
- LECTIO
Primer paso de la Lectio Divina:
consiste en la lectura de un trozo unitario de la Sagrada Escritura. Esta lectura implica la comprensión del texto al menos en su sentido literal. Se lee con la convicción de que Dios está hablando. No es la lectura de un libro, sino la escucha de Alguien. Es escuchar la voz de Dios hoy.
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (24, 46-53).
“y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto.” Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto”. Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.”.
Palabra del Señor.
- MEDITATIO.
Estando siempre en la presencia de Dios, el segundo paso de la Lectio Divina o Meditatio consiste en reflexionar en nuestro interior y con nuestra inteligencia sobre lo que se ha leído y comprendido. “Es esa disposición del alma que usa de todas sus facultades intelectuales y volitivas para poder captar lo que Dios le dice… al modo de Dios”.
Francisco de Sales
Carta (31-05-1612): ¿Piensas en el Cielo?
«Mientras los bendecía, se separó de ellos (subiendo hacia el cielo)» (Lc 24,46-53)
A la Madre de Chantal. 31-5-1612. XV, 221-222
Hija mía, compartamos el júbilo, pues nuestro Salvador ha subido al cielo, donde vive y reina y quiere que un día vivamos y reinemos con Él. ¡Oh, qué triunfo en el cielo y qué dulzura en la tierra! Que nuestros corazones estén «donde está nuestro tesoro» y que vivamos en el cielo ya que allí está nuestra vida.
¡Qué hermoso es el Cielo, ahora que el Salvador brilla en él como su Sol; y su pecho es una fuente de Amor en la que los bienaventurados beben a placer! Todos se miran en Él y en Él ven su nombre escrito con caracteres de amor que sólo el amor puede leer y que sólo el amor ha grabado. ¿Y no leeremos allí los nuestros? Sí, sin duda allí estarán, pues, aunque nuestro corazón carece de amor, al menos tiene el deseo del amor y el comienzo del amor. Y ¿no está acaso, escrito en nuestros corazones el sagrado Nombre de Jesús? Pienso que nada podría borrarlo de ellos. Hay que esperar que el nuestro esté recíprocamente escrito en el de Dios…
En cuanto a mí, no he sabido pensar esta mañana sino en esa eternidad de bienes que nos espera; pero en la que todo me parecería poco o nada a no ser ese amor invariable y siempre actual de ese gran Dios que allí reina para siempre.
Me admiro de la contradicción que veo en mí al tener sentimientos tan puros junto con obras tan imperfectas. Pues pienso que el Paraíso estaría en medio de todas las penas del infierno si en él pudiese estar el amor de Dios; y si el fuego del infierno fuese un fuego de amor, creo que serían de desear esos tormentos.
Y pensando así, ¿cómo es posible que yo no tenga un perfecto amor, puesto que ya aquí puedo tenerlo perfecto?
Hija mía, oremos, trabajemos, humillémonos, llamemos a nosotros ese Amor.
La tierra nunca había visto sobre su faz el día de la eternidad hasta que llegó esta santa festividad, en la cual nuestro Señor glorificó su cuerpo y supongo que los ángeles envidiaron la belleza de ese Cuerpo, comparada con la cual no es nada la belleza de los cielos y del sol. Dichosos nuestros cuerpos, que un día alcanzarán la participación en gloria tan grande.
- PREPARACIÓN REMOTA:
- ORATIO
La oratio es el tercer momento de la Lectio Divina, consiste en la oración que viene de la meditatio. “Es la plegaria que brota del corazón al toque de la divina Palabra”. Los modos en que nuestra oración puede subir hacia Dios son: petición, intercesión, agradecimiento y alabanza.
Antífona de entrada (Sal 67, 33-35)
Canten al Señor, reinos de la tierra, entonen un himno al Señor,
al que cabalga por el cielo, por el cielo antiquísimo.
Su majestad y su poder brillan sobre las nubes. Aleluia.
Oración colecta
Dios nuestro, en este día tu Hijo ha subido a los cielos
ante la mirada de los apóstoles;
concédenos que, según su promesa,
él permanezca siempre con nosotros en la tierra
y nosotros merezcamos vivir con él en el cielo.
Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Padre, tu Hijo unigénito, nuestro mediador
sentado a tu derecha
vive para siempre intercediendo por nosotros;
concédenos acudir con confianza al trono de la gracia
y alcanzar tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión (Cf. Heb 10, 12)
Cristo, después de haber ofrecido por los pecados un único sacrificio,
se sentó para siempre a la derecha de Dios. Aleluia.
Oración después de la comunión
Los dones que hemos recibido de tu altar, Señor,
enciendan nuestros corazones con el deseo de la patria celestial,
para que, siguiendo las huellas de nuestro Salvador,
aspiremos a la meta donde él nos precedió.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
- CONTEMPLATIO
El último momento de la Lectio Divina: la contemplatio, consiste en la contemplación o admiración que surge de entrar en contacto con la Palabra de Dios. Esta consiste en la adoración, en la alabanza y en el silencia delante de Dios que se está comunicando conmigo.
«Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios».