Preparación opcional 11 de julio 2021

FUNDAMENTOS DE LA PREPARACIÓN REMOTA PARA UNA BUENA LECTIO

Enseña San Guido que  “la lectio, «estudio atento de las Escrituras», busca la vida bienaventurada, la meditatio la encuentra, la oratio la implora, la contemplatio la saborea[1]”.

 “Es un esfuerzo y un estudio del que el lector de la Escritura no puede prescindir, según nos advierten los maestros de la lectio divina. Esto no significa, naturalmente, que todo lector de la Biblia tenga que ser maestro consumado en exégesis; pero sí que hay que utilizar los trabajos de los maestros en exégesis. Recordemos los sudores de un Orígenes, de un san Jerónimo, para llegar a poseer un texto correcto de la Escritura y penetrar su verdadero sentido. Ante todo, su sentido literal, al que debe ajustarse la «lectura divina». Nada debe quedar borroso, vago, impreciso, en cuanto sea posible. La filología, las ciencias naturales, todo el saber humano debe ponerse en juego para descubrir el sentido histórico de la Palabra de Dios escrita[2]”.

“Hay distintos niveles para hacer el primer paso, la lectio. El primer nivel, indispensable, es la simple lectura de un trozo unitario. ‘Simple lectura’ significa leer varias veces el texto. Leer con paciencia y atención varias veces el texto propuesto. Esto debe hacerse hasta que se hayan encontrado ideas y temas suficientes para ser procesados y reflexionados en la meditatio. En este primer nivel, al alcance de todo cristiano que simplemente sepa leer, no hace falta un conocimiento científico de la Biblia. Bastan sólo dos cosas: saber leer y tener fe en que la Sagrada Escritura es Palabra de Dios. Un segundo nivel para hacer el primer paso de la Lectio Divina, la lectio, es la lectura previa de algunos comentarios al trozo propuesto de la Sagrada Escritura. En esta lectura previa de algunos comentarios tienen preeminencia los textos de los Santos Padres. Luego los comentarios de Santo Tomás de Aquino a la Sagrada Escritura. Luego la de los santos en general. Finalmente, comentarios de la Sagrada Escritura modernos y de sana doctrina”[3]

PARA PREPARAR LA LECTIO DIVINA DEL EVANGELIO DEL XV DOMINGO DURANTE EL AÑO. 11 DE JULIO DE 2021. San MARCOS 6, 7-13.

-En los Padres de la Iglesia:

San Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia

Homilías sobre el Evangelio, 17,1-3.5-8; PL 76,1139-1142 (cf. Liturgia de las Horas)

«Los fue enviando de dos en dos»

Nuestro Señor y Salvador, amadísimos hermanos, nos instruye tanto con sus palabras como con sus actos. Sus acciones son, por ellas mismas, mandamientos porque cuando él hace cualquier cosa sin decir palabra, nos muestra cómo debemos actuar. Y es así que él envía a sus discípulos a predicar de dos en dos, porque los mandamientos de la caridad son dos: el amor de Dios y el del prójimo. El Señor envía a predicar a sus discípulos de dos en dos para sugerirnos, aunque sin decirlo, que el que no tiene caridad para con los demás no debe, de ninguna manera, iniciar el ministerio de la predicación.

Está muy bien dicho que «los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares donde pensaba ir él» (Lc 10,1). En efecto, el Señor va detrás de sus predicadores porque la predicación es un preámbulo; el Señor viene a habitar en nuestras almas cuando las palabras de exhortación han llegado ya hasta nosotros como precursoras y hace que el alma pueda acoger la verdad. Por eso Isaías dice a los predicadores: «Preparad el camino del Señor, allanad los senderos de nuestro Dios» (40,3). Y también el salmista las dice: «Alfombrad el camino del que viene desde poniente» (Sl 67,5 Vulg.) El Señor sube desde el ocaso porque habiéndose acostado por su pasión se manifiesta con una gloria mayor en su resurrección. Sube desde el ocaso porque resucitando ha pisoteado la muerte que había experimentado. Así pues, nosotros alfombramos el camino al que sube desde poniente cuando predicamos su gloria a vuestras almas a fin de que viniendo en seguida les ilumina por la presencia de su amor.

No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. El predicador ha de tener tanta confianza en Dios que, aunque no se provea de lo necesario para la presente vida, esté sin embargo segurísimo de que nada le ha de faltar, no ocurra que por tener la atención centrada en las cosas temporales, descuide de proveer a los demás las realidades eternas.

Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa». Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. La paz que se ofrece por boca del predicador, o descansa en la casa, si en ella hay gente de paz, o vuelve al mismo predicador; porque o bien habrá allí alguno predestinado a la vida y pondrá en práctica la palabra celestial que oye, o bien si nadie quisiere oír, el mismo predicador no quedará sin fruto, pues a él vuelve la paz, por cuanto el Señor le recompensará dándole la paga por el trabajo realizado.

Y ved cómo quien prohibió llevar ni alforja ni talega concede los necesarios medios de subsistencia a través de la misma predicación, pues agrega: Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. Si nuestra paz es aceptada, justo es que nos quedemos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan, y así recibamos una retribución terrena de aquellos a quienes ofrecemos los premios de la patria celestial. De este modo, la recompensa que se recibe en la presente vida debe estimularnos a tender con más entusiasmo a la recompensa futura. Por lo cual, un predicador ya curtido no debe predicar para recibir la recompensa en esta tierra, sino que ha de recibir la recompensa para poder seguir predicando. Porque quien predica para recibir aquí la paga, en prestigio o en metálico, se priva indudablemente de la recompensa eterna. En cambio, quien predica buscando agradar a los hombres para atraerlos con sus palabras al amor del Señor, no al suyo propio, o bien percibe una retribución para no caer extenuado en el ministerio de la predicación a causa de su pobreza, éste ciertamente recibirá su recompensa en la patria celestial, porque durante su peregrinación sólo recibió lo estrictamente necesario.

Y ¿qué hacemos nosotros, oh pastores, que no sólo recibimos la recompensa, sino que para colmo no somos operarios? Recibimos, ya lo creo, los frutos de la santa Iglesia para nuestro cotidiano sustento, y sin embargo no nos empleamos a fondo en la predicación en beneficio de la Iglesia eterna. Pensemos cuál será la penalización subsiguiente al hecho de haber percibido un salario sin haber llenado la jornada laboral. Mirad: nosotros vivimos de las ofrendas de los fieles; y ¿qué hacemos por las almas de los fieles? Invertimos en gastos personales lo que los fieles ofrecieron para remisión de sus pecados, y sin embargo no nos afanamos, como sería justo, en luchar, con la dedicación a la plegaria o a la predicación, contra esos mismos pecados.

– En los Santos Dominicos:

Santo Tomás de Aquino.

Catena Aurea

Beda, in Marcum, 2,24

Benigno y clemente, nuestro Señor y Maestro no escatima su poder a sus siervos y discípulos, puesto que así como El curaba todo desfallecimiento y toda enfermedad, dio también a sus apóstoles poder para curarlos. “Y habiendo convocado a los doce”, etc. Pero hay gran distancia entre dar y recibir. El Señor obra con su propio poder en todo lo que hace, en tanto que sus discípulos, si hacen algo, es confesando su debilidad y el poder del Señor, diciendo: “En nombre de Jesús, levántate y anda”( Hch 3,6).

Teofilacto

Manda de dos en dos a los apóstoles, para que estén más prontos porque, como dice el Eclesiástico (4,9), mejor es que sean dos juntos que uno sólo. Si hubiese enviado más de dos, no hubiera sido suficiente el número de ellos para ir a tantos lugares.

San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 17

Manda de dos en dos a sus discípulos a la predicación, porque son dos los preceptos de la caridad, el amor de Dios y del prójimo, y no puede existir ésta si no se da en ambos términos. De este modo nos insinúa que el que no tiene caridad para los demás, no debe de ningún modo tomar a su cargo el oficio de la predicación. “Y les mandó que nada se llevasen”, etc.

Beda, in Marcum, 2, 24

Tanta debe ser la confianza en Dios del que predica, que ha de estar seguro de que no ha de faltarle lo necesario a la vida, aunque él no pueda procurárselo, puesto que no debe ocuparse menos de las cosas eternas por ocuparse de las temporales.

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum

El Señor les impuso también este precepto, para que por su parte manifestasen cuán distante de ellos estaba el deseo de riqueza.

Teofilacto

Les enseña igualmente así, que no deben desear ningún presente o regalo, porque viendo que no tienen nada los apóstoles, confíen en ellos los que los oigan predicar la pobreza.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 30

O porque añadiendo el Señor, según San Mateo: “Porque el que trabaja merece que le sustenten” ( Mt 10,10), nos manifiesta claramente, por qué no quería que ellos poseyeran o llevasen nada consigo; no porque la vida no tenga sus necesidades, sino porque de este modo los creyentes a quienes anunciasen el Evangelio habrían de proveerlos de lo necesario. De aquí se deduce, que el Señor no dice en este precepto que no deben los evangelistas vivir de otro modo que de lo que les den aquellos a quienes anuncian el Evangelio, sino que les da poder de obrar así, como teniendo derecho a ello; y por esto el Apóstol, aunque pareciendo contravenir al precepto, vivió del trabajo de sus manos. Suele preguntarse cómo han referido San Mateo y San Lucas que el Señor dijo a sus discípulos no llevasen ni báculo, cuando San Marcos dice: “Y les mandó que nada se llevasen para el camino, sino el solo báculo”. Y bien, debemos entender que es en un sentido en el que San Marcos habla del báculo que se debe llevar, y en otro en el que hablan San Mateo y San Lucas del que no se debe llevar. Pudo, pues, decir el Señor de un modo abreviado: “No llevéis con vosotros nada de lo necesario, ni el báculo, o sólo el báculo” ( Mt 10,10), para que por ni el báculo se entienda ni la cosa más mínima, y por sólo el báculo que por el poder recibido del Señor, simbolizado en el báculo, no les faltaría nada ni aun de lo que no llevaban consigo. Ambas cosas, pues, dijo el Señor; pero como ningún evangelista ha referido las dos a la vez, se piensa que el que dice que lleven el báculo en un sentido, contradice al que refiere que no lleven ni el báculo en otro sentido. Mas dada ya la razón de esto, queda resuelta la duda. Así, cuando San Mateo dice que no deben llevar calzado, quiere evitar el cuidado que les daría llevarle por el temor de que les faltase si no le llevaban. Lo mismo debe entenderse de las dos túnicas, a fin de que no tenga que cuidarse el apóstol más que de la que lleva puesta, y no de la otra, a la cual se le da derecho. Por esto San Marcos, diciendo que calcen sandalias, advierte que debe darse a este calzado una significación mística, puesto que, no dejando cubierto al pie por arriba ni por debajo desnudo, da a entender que no deben ocultar el Evangelio, ni apoyarse en las comodidades terrenas. Y por lo que hace a no tener ni llevar dos túnicas, ¿qué otra cosa les advierte, sino que deben andar sencillamente y no con doblez? Y si alguno piensa que el Señor no ha podido hablar en sentido propio y figurado a la vez en un mismo discurso, que examine los demás discursos suyos y verá que piensa así temerariamente y por ignorancia.

Beda, in Marcum, 2, 24

En las dos túnicas veo yo que se manifiesta un doble vestido. De esta manera, no entendemos que debe contentarse con una sola cuando se hable de Scitia, país glacial por la nieve que le cubre, sino que no se ha de conservar otra por el temor de lo que pueda ocurrir.

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum

O puede entenderse de otro modo: el no llevar calzado ni báculo, según San Mateo y San Lucas, manifiesta un estado de gran perfección, y el llevar una y otra cosa, como dice San Marcos, es una concesión otorgada a la fragilidad humana.

Beda, in Marcum, 2,24

Por alforja -en sentido alegórico- se ha de entender los trabajos de la vida; por el pan, los placeres temporales; por dinero en el cinto, la sabiduría que se oculta; porque el que ha recibido la sabiduría no debe dejarse agobiar con la carga de los negocios temporales, ni consumirse en deseos carnales, ni ocultar el talento que se le ha dado de la palabra en el ocio de un cuerpo abandonado. “Advertíales asimismo: Donde quiera que tomareis”, etc. En estas palabras les da el precepto general de la constancia, para que observen las leyes de la hospitalidad que han de recibir, haciéndoles ver que es ajeno del que anuncia el reino de los cielos el andar de casa en casa.

Teofilacto

Para que no se les acusase de dados a la gula, yendo de unas casas a otras. “Y donde quiera que os desecharen, sacudid el polvo”, etc. El Señor les manda que lo hagan así, para que demuestren que han andado un largo camino por ellos y que no les ha aprovechado de nada, o bien para hacer ver que ni aun el polvo han recibido de ellos, sacudiéndose sus pies en testimonio contra ellos, o como reprensión que les hacen.

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum

O para que sea un testimonio de la fatiga que por ellos han soportado, o un símbolo del polvo de los pecadores que se esparce a su voz. “De esta suerte -continúa- salieron a predicar, exhortando a todos a que hiciesen penitencia”, etc. Sólo San Marcos dice que hubiesen sido ungidos; aunque Santiago en su epístola canónica dice algo semejante ( Stgo 5). El óleo cura las fatigas, y es causa de la luz y de la alegría. El óleo de la unción significa, pues, la misericordia de Dios, el remedio de la enfermedad y la iluminación del corazón, obras todas de la oración.

Teofilacto

Significa también la gracia del Espíritu Santo, por la cual descansamos de los trabajos y recibimos la luz y la alegría espiritual.

Beda, in Marcum, 2,24

Aquí se manifiesta que esta costumbre de la santa Iglesia de ungir a los endemoniados y a cualquier enfermo con óleo consagrado por la bendición pontifical, fue introducida por los mismos apóstoles.

– En el Catecismo de la Iglesia Católica:

765 

El Señor Jesús dotó a su comunidad de una estructura que permanecerá hasta la plena consumación del Reino. Ante todo está la elección de los Doce con Pedro como su Cabeza (cf. Mc 3, 14-15); puesto que representan a las doce tribus de Israel (cf. Mt 19, 28; Lc 22, 30), ellos son los cimientos de la nueva Jerusalén (cf. Ap 21, 12-14). Los Doce (cf. Mc 6, 7) y los otros discípulos (cf. Lc 10,1-2) participan en la misión de Cristo, en su poder, y también en su suerte (cf. Mt 10, 25; Jn 15, 20). Con todos estos actos, Cristo prepara y edifica su Iglesia.

1673 

Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del Maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (cf Mc 1,25-26; etc.), de Él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar (cf Mc 3,15; 6,7.13; 16,17). En forma simple, el exorcismo tiene lugar en la celebración del Bautismo. El exorcismo solemne llamado «el gran exorcismo» sólo puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso del obispo. En estos casos es preciso proceder con prudencia, observando estrictamente las reglas establecidas por la Iglesia. El exorcismo intenta expulsar a los demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia. Muy distinto es el caso de las enfermedades, sobre todo psíquicas, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica. Por tanto, es importante, asegurarse , antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de un presencia del Maligno y no de una enfermedad (cf. CIC can. 1172).

1506 

Cristo invita a sus discípulos a seguirle tomando a su vez su cruz (cf Mt 10,38). Siguiéndole adquieren una nueva visión sobre la enfermedad y sobre los enfermos. Jesús los asocia a su vida pobre y humilde. Les hace participar de su ministerio de compasión y de curación: “Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban” (Mc 6,12-13).

1511 

La Iglesia cree y confiesa que, entre los siete sacramentos, existe un sacramento especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad: la Unción de los enfermos:

«Esta unción santa de los enfermos fue instituida por Cristo nuestro Señor como un sacramento del Nuevo Testamento, verdadero y propiamente dicho, insinuado por Marcos (cf Mc 6,13), y recomendado a los fieles y promulgado por Santiago, apóstol y hermano del Señor» (Concilio de Trento: DS 1695, cf St 5, 14-15).

1673 

Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del Maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (cf Mc 1,25-26; etc.), de Él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar (cf Mc 3,15; 6,7.13; 16,17). En forma simple, el exorcismo tiene lugar en la celebración del Bautismo. El exorcismo solemne llamado «el gran exorcismo» sólo puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso del obispo. En estos casos es preciso proceder con prudencia, observando estrictamente las reglas establecidas por la Iglesia. El exorcismo intenta expulsar a los demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia. Muy distinto es el caso de las enfermedades, sobre todo psíquicas, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica. Por tanto, es importante, asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de un presencia del Maligno y no de una enfermedad (cf. CIC can. 1172).

En el Magisterio de los Papas:

Benedicto XVI, papa. Homilía (15-07-2012)

Visita Pastoral a Frascati. Plaza de San Pedro, Frascati.

2. 

En el Evangelio de este domingo, Jesús toma la iniciativa de enviar a los doce apóstoles en misión (cf. Mc 6, 7-13). En efecto, el término «apóstoles» significa precisamente «enviados, mandados». Su vocación se realizará plenamente después de la resurrección de Cristo, con el don del Espíritu Santo en Pentecostés. Sin embargo, es muy importante que desde el principio Jesús quiere involucrar a los Doce en su acción: es una especie de «aprendizaje» en vista de la gran responsabilidad que les espera. El hecho de que Jesús llame a algunos discípulos a colaborar directamente en su misión, manifiesta un aspecto de su amor: esto es, Él no desdeña la ayuda que otros hombres pueden dar a su obra; conoce sus límites, sus debilidades, pero no los desprecia; es más, les confiere la dignidad de ser sus enviados. Jesús los manda de dos en dos y les da instrucciones, que el evangelista resume en pocas frases. La primera se refiere al espíritu de desprendimiento: los apóstoles no deben estar apegados al dinero ni a la comodidad. Jesús además advierte a los discípulos de que no recibirán siempre una acogida favorable: a veces serán rechazados; incluso puede que hasta sean perseguidos. Pero esto no les tiene que impresionar: deben hablar en nombre de Jesús y predicar el Reino de Dios, sin preocuparse de tener éxito. El éxito se lo dejan a Dios.

3. 

La primera lectura proclamada nos presenta la misma perspectiva, mostrándonos que los enviados de Dios a menudo no son bien recibidos. Este es el caso del profeta Amós, enviado por Dios a profetizar en el santuario de Betel, un santuario del reino de Israel (cf. Am 7, 12-15). Amós predica con gran energía contra las injusticias, denunciando sobre todo los abusos del rey y de los notables, abusos que ofenden al Señor y hacen vanos los actos de culto. Por ello Amasías, sacerdote de Betel, ordena a Amós que se marche. Él responde que no ha sido él quien ha elegido esta misión, sino que el Señor ha hecho de él un profeta y le ha enviado precisamente allí, al reino de Israel. Por lo tanto, ya se le acepte o rechace, seguirá profetizando, predicando lo que Dios dice y no lo que los hombres quieren oír decir. Y esto sigue siendo el mandato de la Iglesia: no predica lo que quieren oír decir los poderosos. Y su criterio es la verdad y la justicia aunque esté contra los aplausos y contra el poder humano.

4. 

Igualmente, en el Evangelio Jesús advierte a los Doce que podrá ocurrir que en alguna localidad sean rechazados. En tal caso deberán irse a otro lugar, tras haber realizado ante la gente el gesto de sacudir el polvo de los pies, signo que expresa el desprendimiento en dos sentidos: desprendimiento moral —como decir: el anuncio os ha sido hecho, vosotros sois quienes lo rechazáis— y desprendimiento material —no hemos querido y nada queremos para nosotros (cf. Mc 6, 11). La otra indicación muy importante del pasaje evangélico es que los Doce no pueden conformarse con predicar la conversión: a la predicación se debe acompañar, según las instrucciones y el ejemplo de Jesús, la curación de los enfermos; curación corporal y espiritual. Habla de las sanaciones concretas de las enfermedades, habla también de expulsar los demonios, o sea, purificar la mente humana, limpiar, limpiar los ojos del alma que están oscurecidos por las ideologías y por ello no pueden ver a Dios, no pueden ver la verdad y la justicia. Esta doble curación corporal y espiritual es siempre el mandato de los discípulos de Cristo. Por lo tanto la misión apostólica debe siempre comprender los dos aspectos de predicación de la Palabra de Dios y de manifestación de su bondad con gestos de caridad, de servicio y de entrega.

[1] Carta de Guido el cisterciense al hermano Gervasio sobre la vida contemplativa

[2] García M. Colombás osb, La lectura de Dios. Aproximación a la lectio divina.

[3] José A. Marcone, I.V.E., Práctica de la Lectio Divia para principiantes.

4] La Catena Aurea atesora la triple riqueza de ser la concatenación de los más selectos comentarios de los Padres al Evangelio, haber sido estos escogidos por la inteligencia y sabiduría del Doctor Angélico y haber sido escrita a pedido del Vicario de Cristo. Santo Tomás de Aquino cita a 57 Padres Griegos y 22 Padres Latinos para exponer el sentido literal y el sentido místico, refutar los errores y confirmar la fe católica. Esto es deseable, escribe, porque es del Evangelio de donde recibimos la norma de la fe católica y la regla del conjunto de la vida cristiana (Catena Aurea, I, 468).  La Catena Aurea nos hace entrever la perennidad y actualidad de Santo Tomás también como exegeta ya que no cae en la trampa de una explicación histórica y positiva como la exegesis que acapara la atención hoy, sino que partiendo del sentido literal llega al tesoro inagotable del sentido espiritual. Santo Tomás nos guía a descubrir que la Sagrada Escritura enseña a cada alma en particular todo lo que necesita para su santidad ya que Dios es el sujeto de la Escritura y su causa eficiente, formal y ejemplar, como también final.