Lectio II Domingo de Pascua: 11 de abril 2021

CONTENIDO:  Lectio divina con el evangelio del II Domingo de Pascua. 11 de abril de 2021 (San Juan 20, 19-31).

Divina Misericordia | Voz y Eco de los Mensajeros Divinos

•             SEÑAL DE LA CRUZ.

•             INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO:

Ven Espíritu Santo
Llena los corazones de tus fieles
Y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía señor tu espíritu y todo será creado
Y renovaras la faz de la tierra
Oh Dios, que instruiste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo 
Danos gustar de todo lo que es recto según Tu mismo espíritu 
Y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor.

  • LECTIO

Primer paso de la Lectio Divina:
consiste en la lectura de un trozo unitario de la Sagrada Escritura. Esta lectura implica la comprensión del texto al menos en su sentido literal. Se lee con la convicción de que Dios está hablando. No es la lectura de un libro, sino la escucha de Alguien. Es escuchar la voz de Dios hoy.  

Lectura del Santo Evangelio según san Juan:

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: « ¡La paz esté con ustedes!» Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: « ¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.» Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: « ¡Hemos visto al Señor!» Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré.» Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: « ¡La paz esté con ustedes!» Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.» Tomás respondió: « ¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!» Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

Palabra del Señor

  • MEDITATIO.

Estando siempre en la presencia de Dios, el segundo paso de la Lectio Divina o Meditatio consiste en reflexionar en nuestro interior y con nuestra inteligencia sobre lo que se ha leído y comprendido. “Es esa disposición del alma que usa de todas sus facultades intelectuales y volitivas para poder captar lo que Dios le dice… al modo de Dios”.   

OPCIÓN 1

Fr. Dr. Aníbal Fosbery, De las Reflexiones sobre textos del Evangelio de San Juan para el tiempo de semana santa, Pascua y Pentecostés, MDA, Buenos Aires, 2016. Pág. 223, “Hemos visto al Señor”; pág. 225, “Este es el día que hizo el Señor”.

OPCIÓN 2

SAN JUAN PABLO II

Homilía (1997): Misericordia que resplandece en la oscuridad del mal

DURANTE LA MISA CELEBRADA EN LA PARROQUIA ROMANA DE SAN JUDAS TADEO

Domingo 6 de abril de 1997

1. «A los ocho días (…) llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros»» (Jn 20, 26).

El pasaje evangélico de hoy, «domingo in albis», narra dos apariciones del Resucitado a los Apóstoles: una, el mismo día de Pascua y, otra, ocho días después. La tarde del primer día después del sábado, mientras los Apóstoles se encuentran reunidos en un único lugar, con las puertas cerradas por miedo a los judíos, se presenta Jesús y les dice: «Paz a vosotros» (Jn 20, 19). En realidad, con ese saludo les ofrece el don de la auténtica paz, fruto de su muerte y resurrección. En el misterio pascual se realizó, efectivamente, la reconciliación definitiva de la humanidad con Dios, que es la fuente de todo progreso verdadero hacia la plena pacificación de los hombres y de los puebles entre sí y con Dios.

Jesús confía, después, a los Apóstoles la tarea de proseguir su misión salvífica, para que a través de su ministerio la salvación llegue a todos los lugares y a todos los tiempos de la historia humana: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20, 21). El gesto de encomendarles la misión evangelizadora y el poder de perdonar los pecados está íntimamente relacionado con el don del Espíritu, como indican sus palabras: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados » (Jn 21, 22-23).

Con estas palabras, Jesús encomienda a sus discípulos el ministerio de la misericordia. En efecto, en el misterio pascual se manifiesta plenamente el amor salvífico de Dios, rico en misericordia, «dives in misericordia» (cf. Ef 2, 4). En este segundo domingo de Pascua, la liturgia nos invita a reflexionar de modo particular en la misericordia divina, que supera todo límite humano y resplandece en la oscuridad del mal y del pecado. La Iglesia nos impulsa a acercarnos con confianza a Cristo, quien, con su muerte y su resurrección, revela plena y definitivamente las extraordinarias riquezas del amor misericordioso de Dios.

2. Durante la aparición del Resucitado que tuvo lugar la tarde de Pascua no estaba presente el apóstol Tomás. Informado sobre ese extraordinario acontecimiento, e incrédulo ante el testimonio de los demás Apóstoles, pretende comprobar personalmente la veracidad de lo que afirman.

Ocho días después, es decir, en la octava de Pascua, precisamente como hoy, se repite la aparición: Jesús mismo sale al encuentro de la incredulidad de Tomás, ofreciéndole la posibilidad de palpar con su mano los signos de su pasión, e invitándolo a pasar de la incredulidad a la plenitud de la fe pascual.

Ante la profesión de fe de Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20, 28), Jesús pronuncia una bienaventuranza que ensancha el horizonte hacia la multitud de los futuros creyentes: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto» (Jn 20, 29). La experiencia pascual del apóstol Tomás fue más grande que su misma petición. En efecto, no sólo pudo constatar la veracidad de los signos de la pasión y la resurrección, sino que, a través del contacto personal con el Resucitado, también comprendió el significado profundo de la resurrección de Jesús y, habiéndose transformado íntimamente, confesó abiertamente su fe plena y total en su Señor resucitado y presente en medio de los discípulos. Por tanto, en cierto sentido, pudo «ver» la realidad divina del Señor Jesús, muerto y resucitado por nosotros. El Resucitado mismo es el argumento definitivo de su divinidad y, a la vez, de su humanidad.

3. También todos nosotros estamos invitados a ver con los ojos de la fe a Cristo vivo y presente en la comunidad cristiana. Amadísimos hermanos y hermanas… Pienso, en particular, en los enfermos, en los ancianos y en quienes, por diversos motivos, atraviesan alguna dificultad.

Os encomiendo en particular a vosotros… la tarea de ser portadores de esperanza, llevando el Evangelio a vuestros hermanos que viven en el barrio. No esperéis que vengan a vosotros; salid vosotros a su encuentro, confiando en el poder de la Palabra que lleváis…

4. […] En los evangelios leemos que Jesús mismo, aun prodigándose en favor de numerosos hombres y mujeres, se retiraba a orar a solas durante largos períodos (cf. Mt 14, 23; Mc 1, 35; Lc 6, 12; 9, 18; 11, 1; Jn 6, 15; etc.). Debemos imitarlo y encontrarlo en los momentos de soledad y silencio dedicados a la oración. Estos providenciales momentos de recogimiento espiritual os ayudarán a todos a ser auténticos misioneros del Evangelio en esta gran ciudad.

5. «En el grupo de los creyentes, todos tenían un solo corazón y una sola alma» (Hch 4, 32).

La comunidad apostólica de Jerusalén, descrita en los Hechos de los Apóstoles, es modelo de toda comunidad cristiana. También nosotros, que ya vivimos en el umbral del tercer milenio cristiano, debemos llegar a ser cada vez más un solo corazón y una sola alma, tanto en la acción litúrgica como en la actividad apostólica y en el testimonio de la caridad. Debemos comprometernos a testimoniar con gran fuerza la resurrección de Jesús (cf. Hch 4, 33), en comunión con los sucesores de los Apóstoles.

«Lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe», acaba de recordarnos la primera carta de san Juan (1 Jn 5, 4). Mediante la fe, que se vive en la observancia de los mandamientos, también nosotros estamos llamados a derrotar las fuerzas del mal para preparar ya desde ahora, con nuestro apostolado, la manifestación plena del reino de Dios.

Con las palabras del Salmo responsorial, queremos exultar por las maravillas que Dios sigue realizando también en nuestro tiempo. En efecto, en la Pascua de su Hijo, muerto y resucitado, sale al encuentro de cada hombre, manifestándole las infinitas riquezas de su misericordia sin límites. «Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo» (Sal 117, 24). Amén. Aleluya.

  • PREPARACIÓN REMOTA:

Textos

  • ORATIO

La oratio es el tercer momento de la Lectio Divina, consiste en la oración que viene de la meditatio. “Es la plegaria que brota del corazón al toque de la divina Palabra”. Los modos en que nuestra oración puede subir hacia Dios son: petición, intercesión, agradecimiento y alabanza.

Antífona de entrada 1 Ped 2, 2
Como niños recién nacidos, deseen la leche pura de la palabra,
que los hará crecer para la salvación. Aleluia.

O bien: 4 Esd 2, 36-37
Celebren con alegría su victoria dando gracias a Dios,
que los llamó a su reino celestial. Aleluia.

Oración colecta
Dios de eterna misericordia,
que en la celebración anual de las fiestas pascuales
reavivas la fe del Pueblo santo;
acrecienta en nosotros los dones de tu gracia,
para comprender, verdaderamente, la inestimable grandeza
del bautismo que nos purificó,
del espíritu que nos regeneró
y de la sangre que nos redimió.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, las ofrendas
que te presentamos, (junto con los recién bautizados),
y haz que, renovados por la confesión de tu nombre
y por el bautismo,
lleguemos a la felicidad eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión Cf. Jn 20, 27
Acerca tu mano, y reconoce el lugar de los clavos:
en adelante no seas incrédulo, sino fiel. Aleluia.

Oración post comunión
Dios todopoderoso, concédenos
que los frutos del sacramento pascual que hemos recibido,
permanezcan siempre en nuestros corazones.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

  • CONTEMPLATIO

El último momento de la Lectio Divina: la contemplatio, consiste en la contemplación o admiración que surge de entrar en contacto con la Palabra de Dios. Esta consiste en la adoración, en la alabanza y en el silencia delante de Dios que se está comunicando conmigo.

«¡Felices los que creen sin haber visto!».