Pregón Pascual

¡Alegraos!
Este es el pregón de la Iglesia
Este es hoy: en esta noche única, santa especial su anuncio:
¡Alegraos!
Más allá de las penurias que podamos soportar;
Más allá de la implacable visita del dolor,
De la irreversible presencia de la muerte;
Más allá de los absurdos y las desorientaciones;
Más allá de las tinieblas y de las angustias;
Más allá del pecado y la corrupción;
La Iglesia como hace 1991 años atrás, hoy nos dice:
¡Hermanos Alegraos!
Esta es una alegría nueva;
Este es un mensaje nuevo, solamente la Iglesia
lo puede proclamar en la serenidad de una noche como ésta;
Este único mensaje, esta única noticia:
¡Alegraos!
Y solamente ella puede decirlo,
Ella que sabe el peso del dolor,
Ella que conoce la veracidad de la corrupción y del pecado;
Ella que sabe en qué medida y cómo sentimos dentro del corazón
la fuerza de nuestras miserias, de nuestros dobleces,
de nuestras prevaricaciones, de nuestras traiciones;
Ella que recoge desde la cruz
Toda la fuerza de la crucifixión
y todo el dolor profundo que está en el Crucificado;
Ella que sabe de los martirios,
ella que sabe de las traiciones,
ella que sabe de las corrupciones,
ella… la Iglesia nuestra Madre, hoy en esta noche nos dice:
¡Alegraos!
¿Y de dónde viene esta fuerza a la Iglesia?
Cómo es posible que la Iglesia que conoce al hombre;
Que la Iglesia descubriendo cómo descubre la miseria del hermano;
Que la Iglesia sintiendo como nadie la angustia que sofoca
y oprime el corazón frente a las debilidades de los hombres,
¡Cómo es posible que nos diga:
¡Alegraos!
¿De dónde saca esta fuerza?
¿De dónde saca esta seguridad?
¿Dónde radica esta confianza?
…En el Resucitado
En la esperanza de la resurrección.
La fuerza de la Iglesia, radica precisamente en que hoy
Cristo ha resucitado.
Y si el Señor resucitó, todo lo demás ya carece de valor y de fuerza.
Esto es lo único que nos arrebata,
esto es lo único que nos convence,
esto es lo único que nos da seguridad.
Ya no tiene fuerza ni el tiempo ni la muerte;
Ya no tiene poder ni el pecado ni la corrupción;
Ya no tiene sentido ni el mismo dolor.
Ni el drama de las cosas que se dan o no se dan;
De las cosas que podemos tener o no tener,
De las cosas que se nos entregan o se nos niegan.
Hay una realidad más trascendente,
Hay un mensaje más fuerte,
Hay una noticia más halagadora,
Hay una esperanza nueva que nos rescata,
Que nos convence,
Que nos da confianza,
Que nos serena.
¡Alegraos! ¡Alegraos!
¡Cristo resucitó!, y entonces si el Señor Resucitó:
¡Qué importa tu miseria!
¡Qué importa tu corrupción!
¡Qué importa tu pasado!
¡Qué importa tu dolor!
¡Qué importa tu frustración!
¡Qué importa tu muerte!
Si en el Señor todo eso ha sido superado,
Ahí está nuestra liberación;
Ahí está la fuerza del mensaje de la Salvación;
Esto es Salvarse.
Por eso nos Salvamos y queremos Salvarnos en el
Misterio de este Cristo que se da y desde la Cruz
nos Salva Resucitando;
Y que Resucitando nos incorpora a su Cruz,
Incorporándonos a su Cruz nos SALVA.
Este es el misterio del Bautismo.
Esta es la gracia de ser cristianos.
Nadie puede entregar este mensaje,
Nadie puede decir a los hombres que se alegren;
No hay doctrina política,
No hay elucubraciones filosóficas,
No hay mensaje ni culturas que puedan decir
Lo que solamente nosotros los cristianos:
En el Misterio de la Resurrección,
En la gracia del triunfo de Cristo,
En la Alegría de este Cristo triunfante,
En esta noche de Pascua podemos decir los únicos…
¡Alegraos!
¡Alegres desde adentro!
Alegres más allá del dolor;
Alegres con la alegría teológica de saber que ahí está
la salvación y la gracia de la salvación.
Con esa alegría,
Solamente nosotros podemos decirles
a todos los hombres,
a todos los hermanos.
Hoy tendríamos ganas de salir corriendo por los caminos,
Abrazando a los hombres;
Entrar a los hospitales,
Llegar a las cárceles.
Tratar de llegar a todo el que se siente angustiado y dolorido,
al traidor y al corrupto,
Al pecador,
A cada uno de nuestros hermanos y decirles:
¡Alégrense!   ¡Alégrense!
Ya no tiene fuerza el pecado,
Ya no tiene fuerza el dolor,
Ya no tiene fuerza la muerte.
¡¿Se dan cuenta lo que esto significa?!
¡¿Se dan cuenta cómo, a pesar de todo, podemos esperar?!
Podemos confiar;
Podemos vivir en la fuerza de esta esperanza.
Por esto, esta es la noche única,
es la noche Santa,
La noche en que pasa el Señor.
Cómo quisiéramos pedirle al Cristo Resucitado
Que le dé fuerza a nuestra Fe,
Nos haga gozar de esta alegría y de esta esperanza,
Que nos haga entender que, si Cristo Resucitó,
Ya no tienen valor para nosotros las cosas de abajo,
Que solamente tenemos que vivir mirando
y esperando las cosas de arriba.
Señor… ¡Mi Señor Jesús!
Cómo quisiera decirte esta noche, desde mi corazón de Miliciano,
Desde mi debilidad y de mi miseria,
Pero también desde mi esperanza y de mi confianza;
Cómo quisiera pedirte que nos des la gracia de la Alegría,
La fuerza de la Esperanza,
La serena paz de la confianza;
Y desde aquí, cómo quisiera pedirte
que nos ayudes a caminar de nuevo, de un modo nuevo.
Como quien se siente, aunque vencido triunfante;
Porque sabemos que más allá
de las circunstancias de cada día,
Hay una esperanza nueva que nos espera,
La Esperanza del Cristo que ha Resucitado.
Que ese sea nuestro gozo.
Que esa sea nuestra Paz.
Que esa sea la Alegría de la Pascua.