CONTENIDO: Lectio divina con el evangelio del vigésimo Domingo del Tiempo Ordinario CC. 18 de agosto de 2019 (San Lucas 12,49-53).

• SEÑAL DE LA CRUZ.
• INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO:
Ven Espíritu Santo
Llena los corazones de tus fieles
Y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía señor tu espíritu y todo será creado
Y renovaras la faz de la tierra
Oh Dios, que instruiste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo
Danos gustar de todo lo que es recto según Tu mismo espíritu
Y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor.
- LECTIO
Primer paso de la Lectio Divina:
consiste en la lectura de un trozo unitario de la Sagrada Escritura. Esta lectura implica la comprensión del texto al menos en su sentido literal. Se lee con la convicción de que Dios está hablando. No es la lectura de un libro, sino la escucha de Alguien. Es escuchar la voz de Dios hoy.
Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (1,39-56):
“María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”. María dijo entonces: “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz”. Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre”. María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa”.
Palabra del Señor
- MEDITATIO.
Estando siempre en la presencia de Dios, el segundo paso de la Lectio Divina o Meditatio consiste en reflexionar en nuestro interior y con nuestra inteligencia sobre lo que se ha leído y comprendido. “Es esa disposición del alma que usa de todas sus facultades intelectuales y volitivas para poder captar lo que Dios le dice… al modo de Dios”.
San Ambrosio. cfr. Santo Tomás de Aquino, Catena Aurea.
49. A los administradores -esto es, a los sacerdotes- es a quienes parece referirse lo que precede, para que sepan que habrán de padecer terriblemente en la otra vida, si cuidándose sólo de las diversiones mundanas, se olvidan de gobernar bien la grey del Señor que les ha sido encomendada. Pero como el separarse del error por miedo al castigo es poco adelanto, así es mayor la prerrogativa de la caridad y del amor. Por esto el Señor los excita a desear poseer a Dios, diciendo: «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra.» No aquél que consume los bienes, sino el que produce la buena voluntad que mejora los vasos de oro de la casa del Señor y reduce a cenizas el heno y la paja.
50. «Con un bautismo tengo que ser bautizado…» La misericordia del Señor es tan grande, que dice que lo obliga el deseo de infundirnos la devoción y consumar nuestra perfección, como también de apresurar su pasión por nosotros. Por esto sigue: «… y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla!»Dicen algunos códices coangor, esto es, me entristezco. No teniendo en sí nada que lo aflija, se aflige por nuestras desgracias y en el tiempo de la muerte mostraba tristeza que no tenía por miedo de su muerte, sino por la tardanza de nuestra redención: así que se angustia hasta que llega el momento, pero una vez que ha llegado se tranquiliza, porque no es la muerte lo que teme sino la condición de la naturaleza corporal. Habiendo asumido la naturaleza humana debía pues sufrir todo lo que es propio del cuerpo, como tener hambre, afligirse y contristarse. Pero la divinidad no puede inmutarse por estos afectos. Manifiesta también que en la lucha de la pasión la muerte del cuerpo fue el término de su angustia y no aumento de su dolor.
52-53. « Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.» Aunque parece un hecho la subordinación entre seis personas (la del padre y del hijo, de la madre y de la hija, de la suegra y de la nuera), sólo se dice de cinco, porque la madre y la suegra suelen ser una sola persona: la que es madre del hijo es nuera de la mujer.
En sentido místico, esta casa es el hombre. Leemos con frecuencia que el cuerpo y el alma son dos. Ahora, si están conformes los dos constituyen uno solo: uno que sirve al otro que manda. Las afecciones del alma son tres: una razonable, otra concupiscible y la tercera irascible. Por lo tanto, dos se dividen contra tres y tres contra dos. Porque después de la venida de Jesucristo, el hombre que era irracional se hizo racional. Éramos carnales y terrenos, mandó el Señor su espíritu a nuestros corazones (Gál 4) y nos hicimos sus hijos espirituales. También podemos decir que en esta casa hay otros cinco, esto es: el olor, el tacto, el gusto, la vista y el oído. Por tanto, si según lo que oímos o leemos por el oído y la vista, rechazamos las voluptuosidades superfluas del cuerpo que se perciben por el gusto, el tacto y el olor, dividimos dos contra tres; porque el alma no cede a los halagos del vicio. Por el contrario, si admitimos los cinco sentidos corporales, los vicios del cuerpo y los pecados se dividen. Pueden también verse separadas la carne y el alma por el olor, el tacto y el gusto de la lujuria. Porque la razón, como más viril, se inclina a los afectos nobles, mientras que la carne trata de ablandar a la razón. Tal es el origen de las diversas pasiones voluptuosas. Pero cuando el alma vuelve sobre sí, reniega de estos herederos degenerados, la carne se duele ciertamente de estar unida a sus pasiones que ella misma engendró y que son como los zarzales del mundo y la voluptuosidad, como nuera, digámoslo así, del cuerpo y del alma, desposa estos movimientos de las malas pasiones. Todo el tiempo que en una casa existe la armonía indivisible por la mancomunidad de los vicios, no se ve, pues, ninguna división en ella. Pero cuando Jesucristo envió a la tierra el fuego que consume los delitos del corazón, o la espada con que penetra sus secretos, entonces el cuerpo y el alma, renovados por los misterios de la regeneración, rompieron su unión con su descendencia. Y por esto, los padres se separan de los hijos cuando el intemperante renuncia a la intemperancia y el alma rechaza el consorcio con la culpa. Los hijos se insurreccionan también contra los padres cuando, renovados los hombres, abandonan sus antiguos vicios y la voluptuosidad rechaza la norma de la piedad, como el adolescente rehúye la disciplina de una casa seria.
- ORATIO
La oratio es el tercer momento de la Lectio Divina, consiste en la oración que viene de la meditatio. “Es la plegaria que brota del corazón al toque de la divina Palabra”. Los modos en que nuestra oración puede subir hacia Dios son: petición, intercesión, agradecimiento y alabanza
Oración colecta
Dios nuestro, que has preparado bienes invisibles para los que te aman,
infunde en nuestros corazones la ternura de tu amor para que, amándote en todas y sobre todas las cosas, alcancemos tus promesas que superan todo deseo.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración post comunión
Señor y Padre nuestro,
unidos a Cristo por este sacramento,
imploramos humildemente tu misericordia,
para que, hechos semejantes a Él en la tierra,
merezcamos gozar de su compañía en el cielo.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
- CONTEMPLATIO
EL último momento de la Lectio Divina: la contemplatio, consiste en la contemplación o admiración que surge de entrar en contacto con la Palabra de Dios. Esta consiste en la adoración, en la alabanza y en el silencia delante de Dios que se está comunicando conmigo.
“Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!”