Novena a Santa Catalina de Siena

Oración inicial para cada día:

Oh maravilloso portento de la Iglesia, virgen seráfica, Santa Catalina, por tu extraordinaria virtud y el bien que lograste para la Iglesia y la sociedad, eres aclamada y bendecida por todo el mundo. Oh, vuelve tu generoso rostro hacia mí, quien, confiado en tu poderoso patrocinio, te llamo con todo el ardor y afecto suplicándote que obtengas, a través de tus plegarias, los favores que tan ardientemente deseo… (Petición).

Tú, que fuiste una víctima por caridad, que para beneficiar a tu prójimo obtuviste de Dios los más asombrosos milagros llegando a ser la alegría y la esperanza de todos, tú no puedes dejar de ayudar escuchando las oraciones de aquellos que a tu corazón acuden, el corazón que recibiste del divino redentor en éxtasis celestial.

Sí, oh seráfica virgen, demuestra una vez más prueba de tu poder y de tu resplandeciente caridad, para que tu nombre sea por siempre más bendito y exaltado. Concédenos que, habiendo experimentado tu más eficaz intercesión aquí en la tierra, podamos un día darte las gracias en el cielo y disfrutar contigo de la felicidad eterna. Amén.

Oración final para cada día:

Santa Catalina de Siena, mujer ardiente en el amor divino y servidora de la Iglesia, ayúdanos a alcanzar de la Santísima Trinidad un creciente deseo por la oración, generosidad para el apostolado, y caridad para el hermano que sufre. Ayúdanos a encender el mundo con el fuego del amor a Cristo. Amén.

Ir a: Día 1 – 20 de Abril,
Día 2 – 21 de Abril,
Día 3 – 22 de Abril,
Día 4 – 23 de Abril,
Día 5 – 24 de Abril,
Día 6 – 25 de Abril,
Día 7 – 26 de Abril,
Día 8 – 27 de Abril,
Día 9 – 28 de Abril

Día 1 – 20 de Abril: Humildad

Dijo el Señor a Santa Catalina: “Has de saber, hija mía, lo que eres tú y lo que soy Yo. Si aprendes estas dos cosas, serás feliz. Tú eres lo que no es, y Yo soy el que soy. Si tu alma se penetra de esta verdad, jamás te engañará el enemigo, triunfarás de todos sus ardides, nada harás contra mis mandamientos y adquirirás fácilmente la gracia, la verdad y la paz”.

Ella decía: “El alma que ve su nada y sabe que todo su bien está en el Creador, se abandona tan perfectamente y se sumerge de tal modo en Dios, que toda su actividad a Él se dirige y en Él se ejercita. Ya no quiere salir más del centro donde ha hallado la perfección de la felicidad. Está sumergida en un océano cuyas profundas aguas la cercan. Nada percibe sino lo que hay en esas aguas, nada desea y nada hace fuera de Dios y no se acuerda de sí y de las creaturas sino en Él”.

Pidamos nosotros también al Señor esta humildad que nos haga perdernos totalmente en Dios y poner toda nuestra esperanza en su bondad y no en nuestras obras, sabiendo que en nuestra flaqueza está nuestra fuerza y que sin Él nada podemos.

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo…

Oración final

Día 2 – 21 de Abril: Fe

Catalina concibió el santo deseo de llegar a una fe tan perfecta, que nada pudiese separarla del Esposo divino, a quien quería agradar. Se puso entonces a pedir a Dios que le aumentara la fe y la hiciera de tal modo firme que ningún enemigo fuera capaz de destruirla ni perturbarla. El Señor respondió a sus súplicas poniendo en su dedo un anillo y diciéndole: “Yo, tu Creador y tu Salvador, te desposo conmigo en la fe: ahora, esposa mía, trabaja con valor; ejecuta sin miedo las obras que mi Providencia te confiará: armada estás de la fe: tu triunfarás de todos tus enemigos”. 

Como Catalina se sintiera incapaz de esta misión el Señor le respondió, como el arcángel Gabriel, que nada es imposible para Dios: “¿No soy Yo, le decía, el que creó el mundo? Tan fácil me es crear un ángel como una hormiga, un gusano como cielos nuevos. Cuanto quiero hago y nada de cuanto la mente concibe me es imposible”.

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo…

Oración final

Día 3 – 22 de Abril: Oración

Esto es lo que la hacía obtener tan grandes victorias de sus enemigos: la oración era su escudo y sus armas y a ella encargaba que todos acudiesen incesantemente. “La oración, decía, es un escudo que nos preserva y defiende en todas las guerras: la oración sostiene el alma en lo más fuerte de las tribulaciones; la oración es el solo sustento que al alma da vigor y gozo. Ella es el pasto de que viven y crecen todas las virtudes, faltando el cual poco a poco se debilitan y mueren de hambre”.

Y porque así lo sentía, su oración era continua: ni un momento estaba sin pensar en Dios. Cuando con voluntad eficaz y absoluta pedía algo para sí o para otros, exhalando suspiros y postrada en tierra ante el divino acatamiento, llena de filial confianza le decía: “No me apartaré, Señor, de vuestra presencia, ni de vuestros pies me levantaré, hasta que me concedáis cuanto deseo y como lo deseo”.

Y el Señor accedía en todo a lo que ella con las lágrimas, con la voz y con el alma le pedía.

Pidamos al Señor, por intercesión de Santa Catalina, que sepamos nosotros también hacer de nuestra vida oración, en favor de la Iglesia y del mundo, siendo fecundos en nuestra vocación. Que sepamos sobre todo alabarle con todo nuestro ser, con todo el fuego de amor que Catalina tenía para con Él.

También a nosotros la Providencia nos ha confiado una misión en la Iglesia y en nuestro mundo de hoy, no menos necesitado de Dios que en tiempos de Catalina. Si sentimos nuestra pequeñez, recordemos que lo que para nosotros es imposible no lo es para Dios. Y como Catalina pidamos a Dios con insistencia que nos dé una fe fuerte e inquebrantable, capaz de vencer a nuestros enemigos. Contamos con las mismas armas que ella tenía para triunfar: nuestra debilidad y la omnipotencia de Dios, que es capaz de llevarnos a la santidad que Él quiera.

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo…

Oración final

Día 4 – 23 de Abril: Confianza en la Providencia

El Señor dijo a Catalina: “¿Cómo, pues, el hombre que ve que sustento y alimento los gusanos, las fieras, los peces del mar y los animales de la tierra; que hago salir el sol sobre las plantas y envío el rocío para que fecunde la tierra; cómo creerá que yo no quiera proveerle, habiéndole creado a mi imagen y semejanza, siendo así que hizo todo esto mi bondad para bien suyo? A cualquier parte que se vuelva no encuentra otra cosa que el fuego y el abismo de mi providencia”. También en otra ocasión le había dicho Jesús: “Nada temas, hija mía, por ti y por tu salvación porque yo todo lo sé, todo lo puedo y quiero velar y proveerte en todas tus necesidades. Entrégate únicamente a pensar en Mí sin cesar; si lo haces, yo pensaré continuamente en ti”.

Esta confianza la mantenía imperturbable y serena en las circunstancias más peligrosas y difíciles, incluso para su vida. Como en una ocasión, estando a punto de naufragar, decía al angustiado Raimundo de Capua: “¿Por qué tanto cuida usted de sí? En medio de los más grandes peligros tiene Dios los ojos puestos en usted. Él le guardará siempre”.

Vivamos nosotros también abandonados en la Providencia paternal de Dios para que fortalecidos en esta dulce seguridad nos entreguemos como ella a pensar en Él sin cesar.

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo…

Oración final

Día 5 – 24 de Abril: Unión con la Voluntad de Dios

Un día el Señor dijo a Catalina: “Hija mía, mi voluntad te doy, y he aquí la señal: en adelante ningún acontecimiento exterior será capaz de turbarte ni cambiarte”. Desde aquel día Catalina siempre estaba contenta de todo y nada de cuanto sucedía podía alterarle. Solía decir: “Si supiésemos aprovecharnos de las gracias que Dios nos concede ¡cuánto provecho sacaríamos de todo lo que nos acontece! En lo próspero y en lo adverso, decid siempre: es necesario que yo en esto gane algo. Si lo hacéis, bien pronto seréis ricos”.

Nuestra vida también está entretejida con las pequeñas o grandes manifestaciones de la Voluntad de Dios que se nos ofrecen en la sencillez de lo cotidiano. El secreto de la santidad es que sepamos acoger estas oportunidades uniéndonos de corazón y con alegría a la Voluntad divina que sólo busca nuestro bien. Como hábiles hombres de negocios sepamos sacar en toda circunstancia una ganancia para el cielo, siguiendo el consejo de Jesús: “Atesorad tesoros para el cielo”. 

Aprendamos de Catalina esta sabiduría y nuestra vida transcurrirá en la alegría y paz verdaderas.

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo…

Oración final

Día 6 – 25 de Abril: Amor y familiaridad con Jesús

JESÚS. Esa era su gran pasión. La única referencia y anhelo del alma. Su dulce Verdad. Jesús el descanso y la sombra fresca de sus fatigosos viajes, el libro donde estudiaba, la mansión en que residía, el alimento en sus ayunos, la medicina en su debilidad. En los labios y en el corazón no tenía más que a Jesús. Por las calles marchaba junto a Jesús, su mirada sólo en Jesús estaba fija. Con la prueba su alegría se acrecienta: en medio de los trabajos conversa con Jesús y goza de una alegría que borra todas las contrariedades. Sus múltiples ocupaciones no la hacían olvidar a su celestial Esposo: le estaba tan íntimamente unida, que ninguna obra exterior ni fatiga alguna corporal era capaz de turbar la dulzura de sus coloquios. Como el fuego se levanta por naturaleza hacia el cielo, así su alma, toda incendiada en el divino amor, subía sin cesar, por la fuerza del hábito hacia nuestro Señor Jesucristo, que está sentado a la diestra del Padre. Todo lo que Él era para ella, quedaba resumido en pocas pero elocuentes palabras: JESÚS DULCE, JESÚS AMOR. 

Pidamos a Catalina que ella nos enseñe esta ciencia del amor.

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo…

Oración final

Día 7 – 26 de Abril: Caridad fraterna y celo por la salvación de las almas

Habiendo recibido de Jesús el favor especial del cambio de corazones, Catalina amaba a todos con el corazón del mismo Cristo. Veía en cada persona un alma hecha a imagen y semejanza de Dios, rescatada al precio de la sangre de Cristo y por eso ponía en juego todo el ardor de su corazón maternal para conseguir de Dios la salvación de todos.

En una ocasión una hermana de Penitencia, movida por la envidia, no cesaba de calumniarla. Habiendo caído enferma y estando al borde de la muerte, Catalina oró con fervor a su Esposo para que no permitiera que por su causa se perdiera esa alma. Su oración fue tan poderosa que esta hermana se arrepintió de su pecado antes de morir. El Señor mostró a Catalina la hermosura de esta alma salvada por ella. Era tan brillante que, según la misma Catalina, no hay expresión alguna para describirla. El Señor le decía: “He aquí, hija mía queridísima, esa alma perdida que tú me has hecho recobrar. ¿No te parece bien bella y preciosa? ¿Quién no querría sufrir toda suerte de penas por ganar una criatura perfecta? Si Yo, que soy la suma belleza, me he sentido cautivado por la belleza de las almas hasta el punto de descender a la tierra y, por rescatarlas, derramar mi sangre; con más razón debéis vosotros trabajar unos por otros, a fin de que no se pierda criatura tan hermosa. Si te he mostrado esta alma, es porque de día en día seas más ardiente en procurar la salud del prójimo y salves a otras según la gracia que te he dado”. Por eso ella decía al beato Raimundo: “¡oh padre mío! si usted pudiese ver la hermosura de un alma racional, cien veces sacrificaría su vida, si fuese necesario, por asegurar su salvación. No, nada hay en el mundo que pueda compararse con esta hermosura”.

Que este ejemplo de Santa Catalina nos anime a no perder ocasión de ganar almas para Dios mediante la oración y el sacrificio, almas que serán nuestra alegría por toda la eternidad y de cuya compañía disfrutaremos en el cielo. 

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo…

Oración final

Día 8 – 27 de Abril: Amor a la Iglesia

¿De qué murió Catalina? De amor. Más que muerte, su final fue una consumación en el amor. “Si muero, sabed que muero de pasión por la Iglesia”.

No se cansó nunca de ser el “yunque de Dios” donde fueran castigados los pecados de la Iglesia para obtener el perdón de Dios: “Castiga en mí sus pecados. Aquí tienes mi cuerpo. Te lo ofrezco. Que se convierta en yunque en vez de ellos, para que los pecados de tu Iglesia sean machacados en él. Tengo un cuerpo, que doy y ofrezco con la carne y con la sangre, con los nervios y las venas, para que lo hagas destruir y quebrantar en favor de aquellos por los que te suplico, si es tu voluntad. Te lo ofrezco por tu Vicario en la tierra, para que siga tu Voluntad. Toma pues mi corazón y estrújalo sobre la faz de tu Esposa”. A imitación de Cristo, que se ofrece al Padre y carga sobre sí los pecados de los hombres, Catalina hecha fuego, cuando apenas puede moverse, pide ir a San Pedro. Allí sobre la tumba del Apóstol va a ganar una de sus últimas batallas. Sus últimas palabras han sido: “Sangre, sangre”. Está viendo el Gólgota. Y a su Cristo colgado en el monte, desnudo, haciendo su Iglesia a precio de sangre. Cumplida su misión a los 33 años, como Cristo en la cruz, a la misma edad, muere bajo el peso del amor. Ser discípulo de Catalina era y es vivir y morir de amor y de dolor por la Iglesia.

A nosotros también se nos pide esta misión en la Iglesia: su pureza, su santidad, su fecundidad, la fortaleza del Vicario de Cristo, están de alguna manera en nuestras manos. 

Pidamos al Señor que nos conceda generosidad, para entregar nuestras vidas por la Esposa de Cristo.

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo…

Oración final

Día 9 – 28 de Abril: Amor a la Eucaristía

Sentía Catalina de una manera extraordinaria el deseo de la Sagrada Comunión; y la deseaba, no solamente para unir su alma a su Esposo, sino también para unir su cuerpo al divino cuerpo de Él. La Santa Eucaristía procura al alma cierta particular gracia y la une estrechamente al Salvador: es el efecto principal de este Sacramento. Pero el sagrado cuerpo de Jesucristo alimenta, además el cuerpo de quien lo recibe, aunque esto no sea de una manera completamente material.

La Santa ante Jesús Eucarístico vibra con todo su ser, se le apodera totalmente la vivencia del misterio. Para ella, Cristo era el Pan vivo, y sin ese Pan no podía vivir. Aquel hambre de Eucaristía, aquel desfallecer cuando no comulgaba, aquel llorar si le negaban el Sacramento, diciendo: “Padre, por amor de Dios, dame el Alimento, que me muero de hambre” era verdad, como era verdad que el Sacramento la alimentaba, la fortalecía, la hacía otra, porque de una debilidad física de no poderse sostener, la cambiaba en vigor de salud y fortaleza. Podía decir que no vivía ella, sino Cristo en ella y todos lo podían claramente percibir ya que esa transformación e identificación que se obraba en ella por el Misterio Eucarístico tenía manifestaciones extraordinarias. 

Este mismo Pan Vivo, fuente de toda la santidad de la Iglesia, está también a nuestra disposición con la misma virtud y eficacia que para Catalina.

Pidamos al Señor que sepamos acercarnos a la Eucaristía con esa misma fe y deseo ardiente para alcanzar de ella todos sus frutos. 

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo…

Oración final