- SEÑAL DE LA CRUZ.
- PÉSAME.
Pésame, Dios mío,
y me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido.
Pésame por el Infierno que merecí y por el Cielo que perdí;
pero mucho más me pesa,
porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como Vos.
Antes querría haber muerto que haberte ofendido,
y propongo firmemente no pecar más,
y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén.
- En el primer Misterio Gozoso contemplamos:
LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR
En la plenitud de los tiempos se produce el Anuncio del ángel. El relato del texto evangélico nos asombra por la sencillez, por la naturalidad con que se produce el hecho. Es un ángel el enviado, y sin embargo todo se da casi con naturalidad. No hay situaciones estruendosas, ni hechos espectaculares, como no los habrá tampoco en la noche que va a nacer el Hijo de Dios. Y sin embargo, se está produciendo el hecho más insólito y extraordinario que nadie jamás podía imaginar.
Es un hecho esencialmente religioso. No es un hecho social, no es un hecho político, no es un hecho cultural, es un hecho religioso. El ángel le anuncia a María que va a ser la Madre de Dios. El ángel le anuncia a la llena de gracia que se alegre, y que no tema, porque va a ocurrir esto que es un milagro excepcional: el Verbo de Dios, el que estaba en Dios, consustancial al Padre, este Verbo por obra del Espíritu Santo, va a tomar la naturaleza humana, sin que esa naturaleza sea absorbida en la unión con lo divino y sin que se menoscabe la divinidad. Este hecho es un hecho esencialmente religioso. Y así lo recibe María. Y por eso María simplemente dice: “yo soy la servidora del Señor, hágase en mí según tu Palabra”. No hay otra reacción por parte de la Virgen, sino la de la obediencia, del sometimiento al misterio, a lo que va a ocurrir.
Nosotros somos los destinatarios de este anuncio, igual que la Virgen, porque nosotros también somos los llamados en el Hijo a vivir en comunión con el Cristo. Nosotros somos los destinatarios de este anuncio de salvación y de estas gracias salvíficas que vienen con el anuncio, para vivir en comunión con el misterio de Dios en la sangre del Cordero Degollado y con los hermanos.
Hay que prepararse para vivir siempre recibiendo este anuncio del misterio, con el asombro de lo que ha ocurrido y lo que va a seguir ocurriendo. Hay que recibir el anuncio del misterio, y hay que cuidarlo. No se lo puede profanar, no se lo puede manosear, no se lo puede desvirtuar. La Iglesia ha comprometido su dignidad y su honor en la custodia y el anuncio del misterio. Detrás de este anuncio y de este testimonio del misterio, la Iglesia presenta la sangre de sus mártires, la Iglesia presenta el horror de sus persecuciones, la Iglesia muestra la fidelidad de sus vírgenes, de sus confesores, y la luz preclara de sus doctores, y de sus santos. Y todo eso nace y vive y se expresa en la comunión del misterio.
Ser cristiano es situar la plenitud de la vida en esa actitud contemplativa del misterio, allí recibimos al misterio y desde allí lo anunciamos y lo trasmitimos. Pero si no hay pureza de corazón, si no hay dimensión de gracia que haga posible que el misterio se instale en nuestra inteligencia, en nuestra voluntad, desde la fuerza de la fe, de la caridad y de la esperanza, no hay Iglesia. Sin misterio no hay Iglesia. Y no hay comunión posible, y hay traición al anuncio del misterio.
Pidamos a la Virgen Santísima entonces que Ella nos ayude a modelar nuestro corazón. El miliciano es un hombre del misterio de Dios. Un hombre para el misterio de Dios. Esa es nuestra vocación. En la Ciudad Miliciana abierta a las realidades del tiempo y de los hombres y de las cosas, tenemos que sostener la vigencia viva del misterio de Dios, para que desde allí, desde el misterio, se cultive y se sostenga la comunión. Cuando se quiebran las dimensiones de la comunión es porque nos hemos salido del Misterio. Pidamos a María Santísima nos haga fieles anunciadores del misterio de Dios.
ANÍBAL FOSBERY O.P, María, Madre de Dios y Madre nuestra, Buenos Aires, MDA, 2016, página 163-167.
- REZAMOS 1 PADRENUESTRO, 10 AVE MARÍAS Y 1 GLORIA.
Oh Jesús mio, perdona nuestras culpas, libranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas y socorre especialmente a las más necesitadas de Tu Misericordia.
- En el segundo Misterio Gozoso contemplamos:
LA VISITACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
Todas las prerrogativas de María vienen de su condición de ser Madre de Dios, como proclama la liturgia oriental. Porque como dice Santo Tomás: cuando un efecto está más cerca de la causa recibe de modo más directo y más pleno el influjo de la causa. Nadie, ninguna creatura ha estado más cerca de Dios que la Virgen, ella fue su Madre. Y de aquí que todas las prerrogativas que después la Iglesia haga de la Virgen, provienen de este hecho asombroso de ser la Madre de Dios. La condición de María Madre de Dios, ya la manifiesta y la testimonia Isabel cuando recibe su visita. Por eso la Iglesia la proclama a la Virgen como mediadora de todas las gracias. Al meditar sobre la visitación vemos a la Virgen mediando con las gracias de salvación, Ella ha recibido la plenitud de las gracias porque se le aplicaron, antes de que la redención ocurra, los méritos de la redención de Cristo. A partir de esta plenitud de gracia, que la coloca en un lugar de privilegio entre todas las criaturas, la Virgen no va a distribuir gracias, la distribución de las gracias las hace Dios, pero la Virgen va a mediar en el misterio de las gracias divinas, va a actuar como mediadora. La función de mediadora aparece aquí en la Visitación que le hace a Isabel, porque Ella llega con el Verbo de Dios en su seno, y el Bautista, el futuro Bautista, que está en el seno de Isabel empieza a dar saltos de júbilo.
La Virgen corno mediadora de la gracia está haciendo posible que llegue por medio de ella la alegría y el júbilo interior del corazón. Por eso nosotros cuando necesitamos una gracia y un auxilio divino, tenemos que mediar a través de la Virgen.
Pidamos a María que el misterio de la Visitación nos haga tomar mayor conciencia de la necesidad que tenemos de Ella como mediadora de las gracias, para que esté presente siempre en medio de nuestras plegarias. Cuando recurrimos al Señor, cuando tenemos necesidad del auxilio divino, cuando necesitamos que la gracia llegue a nuestro corazón, recordemos aquello que decía siempre San Bernardo en su oración: “Mira a la Estrella, llama a María”.
ANÍBAL FOSBERY O.P, María, Madre de Dios y Madre nuestra, Buenos Aires, MDA, 2016, página 179, 181.
- REZAMOS 1 PADRENUESTRO, 10 AVE MARÍAS Y 1 GLORIA.
Oh Jesús mio, perdona nuestras culpas, libranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas y socorre especialmente a las más necesitadas de Tu Misericordia.
- En el tercer Misterio Gozoso contemplamos:
EL NACIMIENTO DE JESÚS
El nacimiento de Jesús es acto de misericordia, es auxilio divino. Quizá para percibir el sentido teológico de la venida del Verbo de Dios, y del nacimiento del Hijo de Dios, haya que fijar más la atención en la realidad de nuestra naturaleza, lo que significaba el quebranto del pecado original. Esa creación del hombre a imagen y semejanza había sido oscurecida, estaba borrada del espíritu. Y entonces el hombre se hallaba a la intemperie, sin capacidad de volver a encontrarse con Dios, para restaurar su imagen y para poder vivir en comunión con El. Este era el quebranto.
Desde la naturaleza misma del hombre, no se podía hacer esta restauración. Si bien es cierto, como lo hemos dicho alguna vez, que tampoco la naturaleza estaba corrompida de tal manera que no tuviera una cierta disposición a esta restauración original, y por eso la única posibilidad de poder encausar los caminos de Dios, la única posibilidad de que se pudiera cumplir este designio de salvación, era que el mismo Dios se hiciera hombre, se encarnara, asumiera el linaje de nuestra naturaleza, y desde ahí restaurara el orden perdido, la naturaleza quebrantada.
Y entonces la Navidad es la significación más profunda de este auxilio que hemos recibido de Dios. Sin este auxilio nosotros no podríamos encontrarnos con la verdad revelada. Sin este auxilio, no podríamos adherir interiormente al misterio de la revelación de Dios. Sin este auxilio, no tendríamos donde fijar nuestro espíritu para percibir a Dios, para encontrarnos con Dios y con su presencia. Sin este auxilio, no tendríamos hacia a dónde volcar nuestra esperanza. Sin este auxilio, no podríamos generar una respuesta de amor. O en todo caso, nuestro amor tendría siempre la incertidumbre de la frustración. Pero desde el momento en que el Verbo de Dios se hace carne, en el momento en que se nos da el signo, por eso este será vuestro signo: encontraréis el niño recostado en el pesebre y envuelto en pañales, ya está el signo, el signo de la salvación con todos los contenidos de la salvación.
Por eso el Nacimiento de Jesús es la fiesta del auxilio divino, de la misericordia de Dios. Por eso es posible a partir de este signo del pequeño niño recostado en el pesebre y envuelto en pañales, crecer en el amor, crecer en la esperanza.
Pidamos a María, Madre de Dios, que nos ayude a acoger a su Hijo y, en él, la verdadera paz.
ANÍBAL FOSBERY O.P, Reflexiones sobre textos del Evangelio de San Lucas-Volumen III, Buenos Aires, MDA, 2015, página 85.
- REZAMOS 1 PADRENUESTRO, 10 AVE MARÍAS Y 1 GLORIA.
Oh Jesús mio, perdona nuestras culpas, libranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas y socorre especialmente a las más necesitadas de Tu Misericordia.
- En el cuarto Misterio Gozoso contemplamos:
LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO
El ofrecimiento que hace la Virgen del Niño en el templo cumple con un viejo ritual mandado a Moisés, como signo del pueblo elegido que había salido de la esclavitud de Egipto. Así como el Señor mató a todos los primogénitos, animales y hombres de Egipto, para liberar al pueblo, entonces todos los primogénitos del pueblo de Dios, para recordar siempre la liberación de la esclavitud de Egipto, tenían que ser ofrecidos al Señor, y los primogénitos varones presentados al Señor. Esta vieja tradición se transformaba en una tradición ritual, sacerdotal. Era un acto de la virtud de la religión: se le ofrecía a Dios el primogénito. Era un acto cultual, de culto. No tenía nada que ver con los viejos ritos de las teofanías paganas, donde los primogénitos eran sacrificados. Aquí no se sacrifica, se ofrece a Dios. El acto cobra un sentido cultual; el hombre es incorporado, al ser ofrecido, al espacio sacral del misterio de Dios. El hombre no desaparece frente a Dios, como era concebida la idea de matar al primogénito en la teofanía pagana: la divinidad lo destrozaba, lo hacía desaparecer, lo aniquilaba, lo absorbía. En cambio aquí el hombre es incorporado y por eso es un acto cultual.
Este Niño que va en los brazos de María, luz del mundo, va a ser ofrecido, presentado como ofrenda. La Virgen de alguna manera asume la misión de acercarlo y presentarlo al Padre. Es su Hijo y lo ofrece, aunque el Hijo se va a ofrecer a sí mismo, ya que Jesús nos dice en el Evangelio de San Juan: “Nadie me quita la vida, yo la doy porque quiero”. Entonces, lo que se transforma en la materia del sacrificio es la carne, la naturaleza humana de Cristo, la carne, esa carne que recién ha salido del seno de María, ese pequeño bebé, esa carne, ya es carne presentada para la inmolación. Es carne purísima, carne impecable, porque está unida a la persona del Verbo. La carne está unida a la naturaleza divina, subsistiendo con la subsistencia del Verbo de Dios. Toda esa carne es carne purísima del Verbo, del Cordero inmaculado, ofrecido en totalidad al Padre como Hostia pura, Hostia viva, Hostia santa. La carne de Cristo presentada al Padre en manos de María. Esa carne, precisamente por ser carne inmolada y sacrificada, va a ser carne mediadora. Ésta es la misión mediadora de Cristo salvando y Él se va a transformar entonces en el único supremo sacerdote. Es el primogénito, el Unigénito de una multitud de hermanos y entonces la naturaleza humana de Cristo, unida a la naturaleza divina, se va a hacer carne mediadora, porque va a participar en plenitud la santidad del Verbo de Dios.
En la presentación del Niño se anuncia la mediación cultual de la naturaleza humana de Cristo, que se va a dar por gracia de la unión hipostática y que va a culminar con su función mediadora y cultual con la muerte en la cruz. Allí va a estar la carne inmolada del Cordero Degollado, y por eso dice el Señor que cuando sea elevado en alto “atraeré hacia mí todas las cosas” ¿Cómo las va a atraer? Porque no va a haber otro mediador, no va a haber otro sacerdote que pueda expiar, no va a haber otra carne que pueda mediar entre Dios y el hombre. Él asume la plenitud de esa mediación y, consecuentemente, asume la plenitud de su carácter cultual, sacral. Ahí está el pequeño Niño como víctima, y al mismo tiempo como sacerdote y víctima del sacrificio definitivo, del culto definitivo al Padre.
Pidamos a María, la valentía de presentarnos ante el Señor y decirle aquí estoy para hacer tu voluntad.
ANÍBAL FOSBERY O.P, Estén preparados, Aquinas, Buenos Aires 2006, página 108-112.
- REZAMOS 1 PADRENUESTRO, 10 AVE MARÍAS Y 1 GLORIA.
Oh Jesús mio, perdona nuestras culpas, libranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas y socorre especialmente a las más necesitadas de Tu Misericordia.
- En el quinto Misterio Gozoso contemplamos:
JESÚS PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO
Asombra Imaginar que con apenas doce años un niño pudiera quedarse durante tres días solo, sin sus padres y en medio de unos sabios doctores escuchando la prédica y haciendo preguntas que ellos Intentaban responder.
Es el único dato que tenemos acerca de la Infancia de Jesús y lo trae el evangelista Lucas. Ninguno de los otros evangelistas hace referencia a este hecho pero eso no es motivo suficiente para pensar que el suceso, como tal, no se dio. Sólo es una Imaginación del evangelista Lucas. La Iglesia, sin embargo, incorpora el relato al Evangelio de Lucas, como un aporte más a los textos evangélicos, y a la suma de todos los relatos históricos que hablan de la vida de Jesús, tanto en su fase de Dios encarnado como en su fase de Dios resucitado.
Sólo los evangelios apócrifos traen algunos datos más sobre la Infancia de Jesús, pero la Iglesia nunca los ha Incorporado al Canon de las Sagradas Escrituras.
La conclusión es clara. El hecho histórico sucedió tal como lo relata el evangelista Lucas. Siempre frente a la revelación, o se acepta el todo de la verdad revelada o se la rechaza en un todo. Lo que no se puede hacer es fragmentarla aprobando unas partes o rechazando otras.
El hecho ocurrió en Jerusalén. María y José acompañados por el Niño Jesús que ya tenía edad para hacerlo, cumpliendo con lo que ordenara el libro del Éxodo en el capítulo 23, versículo 14, en donde se establece que todo israelita debía presentarse tres veces al año para Pascua, Pentecostés y Tabernáculo, dando gracias a Dios por los beneficios recibidos.
La sagrada Familia hace el viaje a pie, dada su condición de pobres, y ocurrió que a la vuelta el Niño se les había perdido. José pensaba que estaba con María y María pensaba que estaba con José. Esto se debió a que el retorno de Jerusalén se hacía en grupos separados de varones y mujeres. Cuando se dieron cuenta que el Niño Jesús no estaba ni con unos ni con los otros habían pasado tres días de marcha. Vuelven apurados y angustiados a buscarlo a Jesús. Lo encuentran, tal como lo señala Lucas, sentado en medio de los Doctores de la ley, preguntando, escuchando y refutando a quienes habían pasado toda la vida estudiando las Escrituras.
Sus preguntas y sus respuestas eran tan claras, hondas y expeditivas que los mismos Doctores de la ley y los que al pasar, se detenían a escuchar, quedaban estupefactos.
¿Cómo explicar toda esta penetración doctrinal en labios de un niño de apenas doce años?
Es que los que lo miraban y escuchaban sólo veían al niño y no al Verbo de Dios encarnado que, al no contar con persona humana que lo condicionara, todo lo veía y contemplaba como Verbo de Dios, de quien su naturaleza humana de solo doce años recibía sin más toda la divina subsistencia del Verbo de Dios.
Él era el Hijo que el Padre nos enviaba para la salvación del mundo. Era la misteriosa misión que el Padre le daba a Jesús y que Él cumpliría hasta su muerte y muerte de Cruz. El Padre le había constituido heredero de todo y por quien también hizo los siglos. Jesús, igual al Padre era el esplendor de su gloria y la impronta de su substancia. El que con su poderosa palabra sustentaba todas las cosas; el que, después de ser propiciación por los pecados de los hombres, lleva su sabiduría y poder a la derecha de Dios Padre. Él era el que había de venir, rutilante y victorioso, al fin de los tiempos, a juzgar a vivos y muertos.
Los hombres y sus cosas perecerán, pero Él permanecerá, mientras que todos como un vestido envejecerán. Él era ese pequeño niño de apenas doce años que permanecerá eternamente siendo el mismo Verbo de Dios encarnado.
Sus años no se acabarán. A Él y sólo a Él, el Padre lo había mandado a cumplir su misión salvífica en la plenitud de los tiempos, para luego sentarlo a su derecha, mientras pondría a sus enemigos como escabel de sus pies (conf. Hb. 1,1 – 14).
Entendemos ahora por qué la persona del Verbo de Dios, que sustentaba la así pequeña naturaleza humana del Redentor, con apenas doce años, enfrenta con acritud a las personas humanas de José y María, cuando ellos sin entender, le reniegan por haberse separado de su compañía sin decirles nada y sin pensar que ellos estarían angustiados buscándolo durante esos tres días.
El Niño Jesús les responde: “¡Por qué me buscabais! ¡No sabíais que era preciso que me ocupara de las cosas de mi Padre!”.
De esta manera el Hijo de Dios afirma la omnipotencia infinita de su libertad y sin ningún condicionante asume la misión salvífica que el Padre le ha encargado.
En el cumplimiento será obediente hasta la muerte y muerte de Cruz. El pequeño Niño va a ser glorificado con su muerte y resurrección.
- REZAMOS 1 PADRENUESTRO, 10 AVE MARÍAS Y 1 GLORIA.
Oh Jesús mio, perdona nuestras culpas, libranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas y socorre especialmente a las más necesitadas de Tu Misericordia.
- REZAMOS 1 PADRENUESTRO, 3 AVE MARÍAS Y 1 GLORIA POR LAS INTENCIONES DEL SANTO PADRE.