- SEÑAL DE LA CRUZ.
- PÉSAME.
Pésame, Dios mío,
y me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido.
Pésame por el Infierno que merecí y por el Cielo que perdí;
pero mucho más me pesa,
porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como Vos.
Antes querría haber muerto que haberte ofendido,
y propongo firmemente no pecar más,
y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén.
- En el primer Misterio Doloroso contemplamos:
LA ORACIÓN DE JESÚS EN EL HUERTO DE LOS OLIVOS
Se van precipitando los acontecimientos, y van apareciendo los protagonistas de este drama infinito. Jesús lo sabe, y se estremece. Todos, alguna vez, nos hemos estremecido frente a acontecimientos que han golpeado honda y profundamente nuestro espíritu. Estremecerse es como una palpitación profunda de todo el cuerpo detrás de un impacto del espíritu.
Jesús era el más hermoso de los hijos de los hombres, el Verbo de Dios Encarnado, perfecto Dios, y perfecto hombre. La pasión, que comenzaba a padecer con profunda fuerza lo debe haber impactado al Hijo de Dios, lo estremeció.
Porque ya los tiempos apuraban, y llegaba su hora, se estremeció porque se iba a separar de aquellos a los que tanto amaba, ya no eran sus siervos, eran sus amigos. Se estremeció, porque iba a dejar a sus amigos. Se estremeció, porque uno de ellos, lo iba a traicionar.
El Señor se sigue estremeciendo, desde su inmutable gloria infinita, por el dolor que le causan los pecadores, a los que el Señor ama de modo infinito, y de los cuales quiere, su salvación.
Jesús, por intercesión de María, enséñanos a refugiarnos en ti, y a repetir tus palabras de abandono y entrega a la voluntad del Padre, que en Getsemaní han alcanzado la salvación del universo.
ANÍBAL FOSBERY O.P, Reflexiones sobre textos del Evangelio de San Lucas-Volumen III, Buenos Aires, MDA, 2015, página 219.
- REZAMOS 1 PADRENUESTRO, 10 AVE MARÍAS Y 1 GLORIA.
Oh Jesús mio, perdona nuestras culpas, libranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas y socorre especialmente a las más necesitadas de Tu Misericordia.
- En el segundo Misterio Doloroso contemplamos:
LA FLAGELACIÓN DE JESÚS
Delante de los ojos de nuestra fe, está el Cristo, el Ungido de Dios, nuestro Salvador. Pero está vilipendiado, abofeteado, escupido, profanado.
Ecce homo, aquí está el hombre. Fijemos los ojos de la fe en esta figura del Dios vilipendiado, del Dios rechazado, del Dios abofeteado, del Dios escupido.
Prestemos atención a la imagen de nuestro Salvador, acerquémonos a Él con los ojos de la fe, y veremos presente en esta imagen, vivos en las retinas de sus ojos, los rostros de los corruptos de todos los tiempos, desde el justo Abel, hasta los de hoy, pasando por Pilato.
Veremos los rostros de los calumniadores, y de los maledicentes, de los fornicarios, de los adúlteros. Veremos los rostros de los corruptores de niños y de jóvenes. Veremos los rostros de los dueños de todos los boliches, los rostros de los fabricantes de preservativos, y los rostros de los que los reparten. Veremos los rostros de los científicos que manipulan con la vida en los laboratorios, de los que profanan y quebrantan la vida, de los torturadores, de los insolentes, de los crueles, de los ladrones, de los malos políticos, de los que apedrean a los obispos y persiguen a la Iglesia.
Y están también los rostros de los pobres, de los enfermos, de los abandonados, de los huérfanos, de los muertos en las guerras inútiles, de los perseguidos por la justicia, de los presos, de los enfermos.
Ecce homo. Este es el rostro de nuestro Dios, de nuestro Dios malherido y profanado. La Iglesia nos lo presenta.
Este Dios es el mismo del que hablaban los Profetas, cuando decían lo hemos visto crecer como una raíz en tierra árida, como un retoño débil. Lo hemos visto rechazado y despreciado. Lo hemos visto sin gracia, sin aspecto atrayente y sin belleza, varón de dolores, acostumbrado al sufrimiento, despreciado, vilipendiado, profanado (Sal 21; Is 52, 13-15; 53, 1-12).
Lo hemos visto ir al matadero como una oveja enmudecida. Lo hemos visto trasquilar sin que abriera la boca.
Con sus heridas hemos sido sanados, sus llagas nos han liberado (Is 53, 1-9).
ANÍBAL FOSBERY O.P, Reflexiones sobre textos del Evangelio de San Juan -Volumen III, Buenos Aires, MDA, 2016, página 140-141.
- REZAMOS 1 PADRENUESTRO, 10 AVE MARÍAS Y 1 GLORIA.
Oh Jesús mio, perdona nuestras culpas, libranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas y socorre especialmente a las más necesitadas de Tu Misericordia.
- En el tercer Misterio Doloroso contemplamos:
LA CORONACIÓN DE ESPINAS
Delante de los ojos de nuestra fe, está el Cristo, el Ungido de Dios, nuestro Salvador. Pero está coronado con una ignominiosa corona de espinas, y cubierto con la ironía de un manto real.
Ha llegado el momento de que el Hijo de Dios, el Ungido de Dios, el Verbo Salvador, sea glorificado. Ahora ha llegado el momento en que el Príncipe de este mundo, sea echado afuera. Ahora ha llegado el momento, en que el Ungido de Dios sea levantado en alto, y atraiga hacia sí todas las cosas (Jn 12, 22-33).
Extraña forma de ser glorificado. El mundo glorifica con el poder, con la riqueza, con la belleza, o con el éxito, el Ungido de Dios va a ser glorificado con el anonadamiento profundo, con la obediencia hasta su última consecuencia, fue obediente hasta la muerte, mortem autem crucis, pero muerte de Cruz (Flp 2, 5-8).
Extraña forma de glorificar Dios a Dios. En su Ungido ahora con esta expresión de varón de dolores, martirizado, quebrado, angustiado, profanado, en este Ungido de Dios así anonadado, crucificado, va a ser glorificado Dios, porque Él ha cumplido la voluntad del Padre, y ha entregado su vida para nuestra salvación (Jn 10, 10).
Víctima santa, con su Muerte seremos liberados de la miseria y del pecado. Todas las miserias del mundo, de todos los hombres de todos los tiempos, sumadas, van a ser redimidas porque la sangre del Cordero Inmaculado va limpiar la injusticia del hombre. Esa carne mancillada, carne vejada del Ungido de Dios, es carne consagrada e impoluta, es carne que va a ser ofrecida al Padre como víctima, hostia pura, santa, agradable a Dios. Es carne consagrada que lo transforma en el único y eterno sacerdote, con el único sacrificio liberador, santificador y redentor, que es el de Cristo. Y a partir de allí, de esta carne consagrada y crucificada, abierta por el cruel lanzazo del protervo soldado romano (Jn 19,31-37), de esta carne consagrada, vendrán las gracias redentivas y sanantes. El agua regenerativa de nuestro bautismo, y la sangre de la Eucaristía que nos alimenta.
“Ecce Homo”, allí levantado en alto, víctima y hostia, sacerdote eterno ofreciendo al Padre el único y perfecto sacrificio de redención. Su holocausto.
Señor Jesús, ahora que estás en lo alto, que toda la fuerza y los méritos salvíficos de tu redención me atraigan hasta Ti. Que el bautismo regenerativo que he recibido, nos introduzca en la llaga abierta de tu costado. Que pueda ser lavado con tu sangre redentora. Que desaparezcan mis pecados, mis miserias, mis debilidades, y mis traiciones. Señor Jesús, que el día de mi muerte implacable, que aguardo y espero, que ese día de mi muerte no sea muerte profana, que también la fuerza de tu inmolación en la Cruz atraiga mi muerte hasta tu muerte, que mi muerte ya no sea mía, sea la tuya Señor. Y que en esa muerte tuya, pueda ser yo rescatado de mi propia muerte, en la ignominia de la tuya, pueda ser lanzado para siempre a la gloria de la resurrección, esplendente e ingrávido, para vivir eternamente en la comunión del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
ANÍBAL FOSBERY O.P, Reflexiones sobre textos del Evangelio de San Juan -Volumen III, Buenos Aires, MDA, 2016, página 142-144.
- REZAMOS 1 PADRENUESTRO, 10 AVE MARÍAS Y 1 GLORIA.
Oh Jesús mio, perdona nuestras culpas, libranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas y socorre especialmente a las más necesitadas de Tu Misericordia.
- En el cuarto Misterio Doloroso contemplamos:
EL CAMINO AL CALVARIO CON LA CRUZ A CUESTAS
Cuando Jesús camina hacia su crucifixión se encuentra con las mujeres de Jerusalén. Estas, las que le acompañaban y le servían, las mismas a las cuales se les va a aparecer, las primeras testigos de su Resurrección.
Estas mujeres estaban desconsoladas llorando, ellas eran María de Cleofás, Juana de Cusa, la madre de los hijos del Zebedeo, y María la Virgen, seguramente estaba entre ellas. Jesús se vuelve hacia estas mujeres de Jerusalén y les dice: mujeres de Jerusalén ¿por qué lloráis por mí? Llorad por vosotras, porque si esto se ha hecho en el leño verde cuanto más en el seco. Y claro aquí de alguna manera, Jesús está diciendo que hay que llorar por nosotros y por nuestros pecados. Inmediatamente después la instituye a la Virgen como Madre y Señora nuestra, como Madre espiritual de nosotros. Cuando en la Cruz le dice: mujer, esta palabra mujer no significa una expresión de amor filial, sino la institución de la “Virgen como Madre espiritual de todos nosotros.
Ella sabe que no tiene motivos para llorar por el Cristo, porque acaso ¿no sabe ella que el Cristo venía para cumplir la misión salvífica de salvarnos del pecado? ¿Acaso no sabe la Virgen que el Cristo es el mismo que el Padre? ¿Acaso no sabe la Virgen que el Cristo es la impronta de su substancia? ¿Acaso no sabe la Virgen que Cristo es el mismo que el Padre? ¿Acaso no sabe la Virgen que Cristo ha cumplido y ha aceptado su misión, porque ha sido obediente hasta la muerte y muerte de Cruz? ¿Acaso no sabe la Virgen que el Cristo ha prometido que después de su muerte va a resucitar, y en su Resurrección va a llevar con Él a los que el a los que el Padre le ha dado? ¿Acaso no sabe la Virgen que el Cristo ha dicho que no quiere que se pierda ninguno de los que el Padre le ha dado?
Entonces la Virgen tenía claro que sus lágrimas, las lágrimas que vertía junto a la Cruz viendo el dolor de su Hijo, por esa espada que le había profetizado Simeón que iba atravesar el corazón, sin embargo la Virgen sabía que estas lágrimas no eran por el Hijo, eran a raíz de la Pasión del Hijo. Tampoco eran por Ella. Llora por nosotros, por nuestros pecados, por eso llora la Virgen. Y eso la transforma en intermediaria. Entonces Jesús le dice mujer y la constituye Madre espiritual nuestra.
Me pregunto ¿nuestra conversión a Dios tiene algo que ver con las lágrimas de la Virgen? Y sí. Nuestra salida del pecado, tiene algo que ver con las lágrimas de la Virgen, y sí. Ella ya estaba llorando al lado del Cristo, y lloraba por mí, y por vos, y por tus pecados, y por tu idolatría, y por tu concupiscencia, y por tus rebeldías, estaba llorando la Virgen. Y esas lágrimas tenían méritos, porque eran las lágrimas de la Madre del Hijo de Dios. Tenían méritos porque eran las lágrimas de la Inmaculada. Tenían méritos porque eran las lágrimas de la predestinada, eran las lágrimas de la mediadora.
Queridos míos, que en nuestra plegarias a la Virgen tengamos en cuenta que la liberación de nuestros pecados, que el camino de salvación nuestro, es camino que también ha abierto la Virgen con sus lágrimas Y con su dolor. María te damos gracias por esas lágrimas, que han permitido que nosotros estemos donde esté el Señor para participar de su gloria.
ANÍBAL FOSBERY O.P, María, Madre de Dios y Madre nuestra, Buenos Aires, MDA, 2016, página 247.
- REZAMOS 1 PADRENUESTRO, 10 AVE MARÍAS Y 1 GLORIA.
Oh Jesús mio, perdona nuestras culpas, libranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas y socorre especialmente a las más necesitadas de Tu Misericordia.
- En el quinto Misterio Doloroso contemplamos:
LA CRUCIFIXIÓN Y MUERTE DE JESÚS
Dice el evangelista Juan, que a partir de la hora sexta, empezaron a producirse algunos hechos extraños, empezó a oscurecerse toda la región, no se sabe bien qué razones hubo para este oscurecimiento, porque dado que era luna llena, no podía ser un eclipse. Las tinieblas empezaron lentamente a cubrir todo. Jesús estaba rodeado de algunos amigos, cerca estaba su madre la Virgen, estaba la hermana de María, la esposa de Cleofás, estaba la Magdalena, estaba el discípulo que él amaba, aquél joven Juan, que había recostado su cabeza en el pecho del Señor el día anterior.
Jesús desde la cruz los miraba a todos, pero no podía hacer absolutamente nada, ni un gesto, ni un signo de afecto o de sentimiento, tampoco su madre la Virgen contemplaba silenciosa desde la distancia el martirio y la afrenta de su hijo. En un momento moviendo un poco la cabeza, Jesús se dirigió a ellos que estaban cerca, y le dijo a la Virgen mirando al discípulo amado: “mujer, ahí tienes a tu hijo. Y volviéndose sobre el discípulo le dijo: ahí tienes a tu madre. Y desde ese día el discípulo la recibió en su casa”. Después Jesús dijo otra expresión: “tengo sed”. Y era natural que tuviera sed, se estaba desangrando, con el cuerpo afiebrado, colgado del madero, habiendo recibido en el camino la cruz, la flagelación que lo había debilitado, teniendo su cabeza punzada con la corona de espinas, era natural que tuviera sed. Y entonces uno de los soldados mojando una esponja en una suerte de brebaje que ellos componían con agua y vinagre, que se llamaba “posea”, le acercó la esponja a la boca de Jesús. Una vez que Jesús tomó el vinagre dijo: “todo está consumado, inclinando la cabeza entregó su espíritu al Padre”.
Se estaban cumpliendo prolijamente las profecías. Los soldados vinieron, y viendo que todavía no habían muerto los malhechores que estaban crucificados junto a Jesús, les partieron las piernas para que murieran. Pero a Jesús no le rompieron ningún hueso, pues también estaba profetizado en Números que no le romperían los huesos. Y esto significa que Él ya estaba muerto, en cambio los malhechores soportaban más la condena, y el suplicio. Entonces uno de los soldados le abrió una herida en el costado, más o menos del tamaño de una mano, y de allí empezó a surgir sangre y agua. Los Padres de la Iglesia han enseñado siempre que en esa lanzada del soldado romano, desde donde surgió sangre y agua, estaba surgiendo la Iglesia, y los sacramentos de la Iglesia. Se cumplía también la profecía de Zacarías: “mirarán al que han traspasado”.
Y aquí estamos nosotros queridos míos ¿Para qué estamos aquí? ¿A que hemos venido esta tarde a reunirnos en la Iglesia, a mirar al que han traspasado? Porque el bautismo nos ha fijado, nos ha sumergido, nos ha zambullido en el que han traspasado. Porque estamos por la fe definitivamente fijados en el Dios de la Cruz. Y este Dios de la Cruz, el Crucificado, nos ha atraído, y nos está atrayendo hacia Él. No nos damos cuenta pero es así, hay un impulso misterioso, un movimiento misterioso de Dios en el corazón, que es fruto del Crucificado, el Dios crucificado, que es el Dios nuestro acá en condición de viadores y peregrinos, nos va atrayendo. Nos atrae. Nos eleva. Hasta que finalmente muertos con Él en la Cruz, podamos de tal manera ser atraídos, que podamos vivir definitivamente en la comunión con Él en el cielo. Por eso estamos aquí, porque hemos sido seducidos por Dios, atraídos por Dios. Porque la sangre del crucificado el día de nuestro bautismo, nos empapó, nos mojó, y nos sumergió en su muerte para poder finalmente estar definitivamente asociados a su resurrección y a su gloria.
ANÍBAL FOSBERY O.P, Reflexiones sobre textos del Evangelio de San Lucas-Volumen III, Buenos Aires, MDA, 2015, página 226-228.
- REZAMOS 1 PADRENUESTRO, 10 AVE MARÍAS Y 1 GLORIA.
Oh Jesús mio, perdona nuestras culpas, libranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas y socorre especialmente a las más necesitadas de Tu Misericordia.
- REZAMOS 1 PADRENUESTRO, 3 AVE MARÍAS Y 1 GLORIA POR LAS INTENCIONES DEL SANTO PADRE.